La urgencia de construir una UE más robusta y autónoma fue enfatizada en septiembre de este año por la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, en un discurso sobre el estado de la Unión en 2025. Las discrepancias entre ambos lados del Atlántico se han intensificado en los últimos meses. Temas como el comercio, los aranceles, el gasto en defensa, la asistencia militar a Ucrania, la política migratoria y el cambio climático han generado fricciones que han debilitado la alianza transatlántica.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha instado en reiteradas ocasiones a los países europeos a asumir un papel de liderazgo sostenido en la resolución del conflicto ucraniano. El mensaje de Von der Leyen, dirigido a reforzar el compromiso del continente con la estabilidad regional, llega en un momento de creciente incertidumbre sobre la postura de Washington. Si bien los líderes europeos han intentado fortalecer la capacidad de combate de Ucrania, Trump ha cambiado repetidamente de postura, mostrando en ocasiones su apoyo a Kiev y en otras a favor de Rusia, con propuestas de paz que se consideran favorables para Moscú.
Esta realidad obliga a la UE a esforzarse por desempeñar un papel más proactivo en la estructura de seguridad regional en lugar de depender del “paraguas de seguridad” estadounidense. En la cumbre final de la UE de 2025, los líderes de la Alianza Bandera Azul acordaron proporcionar 90 mil millones de euros en ayuda a Ucrania durante los próximos dos años.
Muchos se muestran escépticos sobre las posibilidades de Europa en este sentido, debido a su limitada capacidad financiera y a sus profundas divisiones internas. Un aumento del gasto militar podría obligar a los 27 a recortar sus programas sociales. Es poco probable que la opinión pública del bloque apoye esta medida, teniendo en cuenta la alta proporción de personas mayores en Europa.
La economía de la UE atravesó dificultades en 2025, principalmente debido a las políticas arancelarias estadounidenses, y la CE prevé que solo crecerá 1,3 por ciento este año.
Hasta la fecha, la UE ha proporcionado 187 mil 300 millones de euros en ayuda a Kiev. Pero a medida que el conflicto en Ucrania se prolonga, los problemas del bloque se hacen cada vez más evidentes, incluidas las divisiones internas. La diferencia de opiniones en torno al uso de los activos rusos congelados es un claro ejemplo.
Respecto a los gastos en defensa, los países europeos miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte accedieron a la solicitud de Trump de aumentarlos hasta el cinco por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de cada nación. No obstante, es una incógnita si podrán alcanzarse hacia 2035, ya que muchos países europeos tienen dificultades para cumplir la cuota actual del dos por ciento del PIB.
Por otra parte, la UE aplica actualmente una estrategia para reforzar la seguridad económica, centrada en mejorar los mecanismos de control de la inversión extranjera directa, las medidas de defensa comercial y el establecimiento de un fondo de apoyo al desarrollo industrial.
En un mundo abocado a cambios cada vez más complejos e impredecibles, la prioridad de Europa en la autonomía estratégica en muchas áreas se considera una elección inevitable. Ese largo camino requiere una firme voluntad y consenso entre los Estados miembros. Superar las divisiones internas es fundamental para que la UE aproveche las oportunidades y se posicione en la nueva situación.