Un reciente informe de la OCDE sobre las perspectivas económicas dibuja un panorama económico global confortante en el que destaca un alza del consumo gracias a la flexibilización de las políticas fiscales por parte de varios gobiernos. Además, numerosos países han activado políticas macroeconómicas sólidas que estimulan las inversiones y el uso de la inteligencia artificial en función del crecimiento, con el consecuente aumento de los ingresos de los trabajadores.
La OCDE revisó sus previsiones sobre la salud de las principales economías, en su mayoría con optimismo. Se estima que el Producto Interno Bruto de Estados Unidos, por ejemplo, crecerá 2,0 por ciento, 0,2 puntos porcentuales por encima del pronóstico de septiembre. Para la zona del euro, la organización proyecta un crecimiento del 1,3 por ciento, 0,1 puntos porcentuales más que la previsión anterior.
La OCDE también ajustó las proyecciones de crecimiento para Estados Unidos y la zona del euro en 2026 (1,7 y 1,0 por ciento, por encima de las previsiones anteriores respectivamente). Se estima que la economía mundial crecerá 3,2 por ciento en 2025, ligeramente por debajo del 3,3 por ciento del 2024 antes de ralentizarse al 2,9 por ciento en 2026 y recuperar la tendencia ascendente hasta el 3,1 por ciento en 2027. La OCDE afirma que la economía mundial merece una “mención de honor” por su fuerte capacidad de resistencia en 2025. Otro punto luminoso proviene de las economías emergentes de Asia, con contribuciones positivas al crecimiento global.
Dentro de ese alentador panorama se observan algunos matices sombríos. En Alemania, la Federación de Industrias (BDI) advirtió que la economía locomotora de la eurozona está viviendo la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. La BDI alerta que la producción industrial alemana caerá en 2025 por cuarto año consecutivo, y que no se trata de una desaceleración temporal, sino de carácter estructural.
Las causas del declive de la mayor economía europea son los altos costes energéticos que presionan a las empresas, la débil demanda de exportaciones en los mercados clave, la competencia china en varios renglones industriales y los elevados aranceles estadounidenses. Tras dos años de recesión, se prevé que la economía alemana solo crecerá de forma modesta en 2025. El presidente de la BDI, Peter Leibinger, ha instado al Gobierno del canciller Friedrich Merz a actuar con mayor determinación, centrándose en la competitividad y el crecimiento, y ha señalado que, aunque las medidas actuales son bastante enérgicas, siguen siendo insuficientes.
Al otro lado del Atlántico, la salud de la economía estadounidense también genera ciertas preocupaciones. Las compañías eliminaron 32 mil empleos en noviembre, en contraste con la previsión de crear 20 mil nuevos puestos de trabajo.
Según la economista Nela Richardson, ello se debe a un entorno macroeconómico inestable y a la cautela de los empleadores respecto al consumo. Señaló que la reducción de empleos en noviembre se produjo principalmente en las pequeñas firmas, el grupo más afectado por las políticas arancelarias aplicadas por la administración del presidente Donald Trump.
Por su parte, Heather Long, economista jefe de la institución crediticia Navy Federal Credit Union, advirtió que no se trata de un fenómeno estacional de pérdida de empleo, sino de una ola de despidos masivos.
Los analistas consideran que no se puede ser complaciente en un mundo lleno de incertidumbres e imprevisibilidad y que cada economía debe estar preparada para enfrentar situaciones inesperadas.