Ello refleja la resolución del Gobierno de cumplir el compromiso de mantener el máximo ritmo de reformas en un incierto contexto internacional, la desaceleración de la economía nacional y el rápido envejecimiento de la población.
El presupuesto alemán para el próximo año se aprobó tras intensos debates debido a las discrepancias dentro de la coalición gobernante. El punto álgido de los debates fue el plan de reforma de las pensiones, uno de los proyectos de ley que más impacto tendrá a largo plazo en las finanzas públicas. La alianza formada por la Unión Demócrata Cristiana (CDU/CSU) y el Partido Socialdemócrata quiere mantener el sistema de protección de pensiones por considerarlo esencial para la estabilidad social. Sin embargo, esto podría costar al presupuesto alrededor de 120 mil millones de euros durante la próxima década, por lo que 18 jóvenes diputados de la CDU/CSU se opusieron al proyecto de ley. El grupo afirmó que el paquete de reformas era “irresponsable con las generaciones futuras” y que bloquearía el presupuesto en gastos obligatorios, lo que reduciría la capacidad de invertir en crecimiento.
Uno de los puntos más destacados del presupuesto del gobierno alemán para 2026 es el gasto en defensa, de alrededor de 108 mil millones de euros, la cifra más alta desde la Guerra Fría. Esto revela que el gobierno está priorizando la seguridad nacional y la modernización de las fuerzas armadas, en medio de las tensiones mundiales. También refleja los esfuerzos de Berlín por proteger la industria automovilística ante los desafíos que plantea la decisión de la Unión Europea de prohibir los vehículos de motor de combustión interna a partir de 2035. Alemania pretende mantener la opción de producirlos durante el período de transición.
La aprobación del presupuesto es un paso importante para que el canciller alemán, Friedrich Merz implemente su política de reformas. Pero según analistas, el monto de los préstamos del paquete presupuestario -ascendente a casi 180 mil millones de euros-disparará la deuda pública si la economía no se recupera, con la consecuente mengua de los fondos para salud, bienestar y otros asuntos sociales. Dado que el presupuesto de defensa acapara una proporción importante, el destinado a salud, educación y bienestar podría verse eclipsado, máxime por el envejecimiento de la población. Además, la fabricación de autos de combustión interna podría entrar en conflicto con la tendencia global hacia la ecologización y conducir al rezago de la industria automovilística alemana y a una disminución de las exportaciones.
Aunque el presupuesto fue finalmente aprobado, el camino de las reformas es bastante espinoso. Una reciente encuesta del Instituto Alemán de Investigación Económica (Ifo) reveló que la confianza del empresariado nacional cayó en noviembre para sorpresa del mercado, pues los expertos esperaban que se estabilizara gradualmente tras una serie de crisis energéticas y de costos que datan de 2022. Ese indicador económico es considerado un termómetro que mide la salud de la mayor economía de Europa.
Alemania se enfrenta a desafíos como el lento crecimiento, el bajo consumo y los altos costes de producción, a lo que se suma que los mercados de exportación tradicionales, especialmente los de Asia y América del Norte, están experimentando una desaceleración. Esto demuestra que la presión sobre el modelo de crecimiento alemán, basado en la industria y las exportaciones, aún persiste. Aunque la caída del índice Ifo no indica una recesión inmediata, sí es una señal temprana de que la recuperación alemana es más débil de lo esperado.
Por su peso específico en la economía europea, las decisiones de Alemania gravitan sobre el futuro económico de la UE. Según el Fondo Monetario Internacional, si Berlín aprovecha los recursos, realiza reformas sustanciales, aumenta la productividad, innova en tecnología y mejora los recursos humanos, podría evitar la “trampa del bajo crecimiento” y recuperaría gradualmente la competitividad.
Si por el contrario el gobierno y las empresas alemanas solo ven el gasto público como un gasto temporal, sin mejoras estructurales que lo acompañen, existe el riesgo de que la economía quede entrampada en el estancamiento y la deuda pública siga aumentando. Una fuerte subida del gasto público, aunque necesaria y útil, no es la única solución para salvar una economía en desaceleración, sino que debe ir acompañada de amplias reformas estructurales dirigidas a fomentar la cooperación y una mayor integración en el marco europeo.