Níger cuenta con grandes reservas de uranio y petróleo, así como desempeña un papel fundamental en la lucha contra el autoproclamado Estado Islámico.
El país de África Occidental, con su importante posición geoestratégica, es socio de Estados Unidos (EE.UU.) y los aliados europeos en el enfrentamiento al terrorismo. Unos mil 100 soldados estadounidenses están destacados en suelo nigerino en apoyo de la lucha antiterrorista.
Entre 2012 y 2021, la Casa Blanca y el Departamento de Estado proporcionaron a Níger más de 500 millones de dólares en equipamiento y formación.
El golpe militar contra el Gobierno del presidente Mohamed Bazoum es considerado una amenaza para las prioridades de la potencia norteamericana y sus aliados, pues obstaculizará las estrategias antiterroristas de Occidente en dicha región africana.
El incidente dio como consecuencia la suspensión de ayuda de numerosos Estados de Occidente a Níger, aunque este es uno de los países más pobres en el mundo y depende en gran medida de la financiación extranjera, que representa la mitad de su presupuesto anual.
EE. UU. ha dejado temporalmente de financiar las actividades destinadas a la mejora de las capacidades antiterroristas del país africano. Igualmente, el Gobierno neerlandés, auspiciador de programas de su similar nigerino sobre cooperación al desarrollo y seguridad, confirmó el cese provisional de la colaboración.
El Banco Mundial también decidió detener todos los planes de desembolso a ese país, uno de los mayores beneficiarios de su cartera de inversiones en el continente. El capital que destina la institución crediticia a las áreas prioritarias de Níger asciende a cuatro mil 500 millones de dólares.
El gobierno militar formado por la junta golpista en Níger está sometido a una enorme presión de la región y la comunidad internacional. Su cabecilla, el general Abdourahamane Tian, rechazó las sanciones impuestas por los países vecinos y advirtió que no cederá ante ninguna amenaza.
Inmediatamente después de su operación del 26 de julio, los golpistas cerraron las fronteras terrestres y aéreas con los países vecinos, lo cual ha obstaculizado las operaciones de ayuda humanitaria de las Naciones Unidas. Tanto los Estados en África Occidental como el Occidente temen que la situación en Níger empuje a la región del Sahel a una espiral de inestabilidad.
La escalada de tensiones entre el régimen militar y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) ha exacerbado las perturbaciones en la región, ya devastada por la pobreza, la actual grave crisis alimentaria y conflictos armados que han dejado miles de muertos y millones de desplazados.
Los ejecutivos de la Cedeao advirtieron sobre el probable uso de la fuerza si los autores del golpe no devuelven al poder al presidente depuesto, y anunciaron imponerles sanciones. El ultimátum expiró, pero la entidad todavía trata de solventar la crisis por vía diplomática.
La comunidad internacional, incluida Rusia, se opone firmemente a la injerencia extranjera en los asuntos del país africano. El Kremlin expresó sus dudas de que la intervención militar planeada por la Cedeao pueda lograr una paz duradera en Níger y su subregión.
Mientras, EE. UU., socio desde hace tiempo del Gobierno de Bazoum, se halla entre la espada y la pared por su intención de mantener la presencia militar en Níger. Si bien ha suspendido las campañas militares y de entrenamiento allí, el Pentágono no planea retirar las tropas, sino continúa las acciones para revertir la situación y restablecer el orden constitucional.
La subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de la nación norteamericana, Victoria Nuland, visitó la capital nigerina, Niamey, para debatir con las autoridades militares locales cómo resolver la crisis. Sin embargo, la reunión no rindió resultados.
Ante el riesgo de que los frutos del entrenamiento antiterrorista en Níger y África Occidental en general resulten nulos, EE.UU. y sus aliados se apresuran a impulsar los esfuerzos diplomáticos en busca de una salida a la crisis.
Aun así, los acontecimientos, cada vez más complicados, hacen difícil, si no imposible, sentar a las partes a la mesa de negociaciones sobre esta cuestión. Además, no hacerlo podría sumir a la región en una crisis prolongada.