Calma precaria

A un mes de la firma del acuerdo de alto el fuego entre Israel y las fuerzas de Hamás, la situación en la Franja de Gaza sigue frágil, ya que la labor de ayuda humanitaria está gravemente paralizada y el plan de paz enfrenta variables complejas.

La cumbre internacional sobre Gaza, celebrada el 13 de octubre en Egipto en Egipto, atrajo poderosamente la atención internacional. Allí, el presidente estadounidense Donald Trump, y líderes de los países mediadores -Catar, Turquía y el propio Egipto-, firmaron el documento que ponía fin a las hostilidades en la Franja de Gaza. El hecho fue considerado un punto de partida para llevar paz, seguridad y estabilidad a Oriente Medio. Sin embargo, la situación actual en la devastada zona palestina puede considerarse solo una pausa temporal.

Las continuas acusaciones y controversias sobre violaciones del alto el fuego, así como los ataques de represalia, ponen en riesgo el acuerdo, que podría colapsar en cualquier momento. El primer ministro y canciller de Catar, jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, expresó su decepción por los ataques entre Hamás e Israel. Por su parte, la vicepresidenta de la Comisión Europea, Teresa Ribera, instó a las partes a ofrecer “una oportunidad para la paz” en vez de “la base para nuevos bombardeos”.

La labor de ayuda en Gaza se encuentra seriamente bloqueada. Según Unicef, no se han autorizado a entrar suministros médicos esenciales, como jeringas y refrigeradores para conservar vacunas, indispensables en situaciones de emergencia sanitaria.

El suministro de alimentos hacia la Franja de Gaza ha aumentado desde el alto el fuego mediado por Estados Unidos, pero sigue siendo muy inferior al objetivo de dos mil toneladas diarias. En los últimos meses no ha habido ninguna ruta directa de ayuda humanitaria hacia el norte de la región, donde impera una hambruna severa.

Ante la presión internacional, Israel anunció recientemente la reapertura del paso de Zikim hacia el norte de la Franja. Para una población agotada y hambrienta tras más de dos años de guerra, la calma significa mucho más que días sin disparos: supone poder atender sus necesidades básicas, como alimentos, agua potable y medicinas.

Aunque el plan de paz para Gaza ofrece un rayo de esperanza, sigue envuelto en la neblina de cálculos políticos y de una profunda erosión de la confianza entre las partes. Durante la cumbre internacional en Egipto se manifestaron serias dudas sobre el alcance de una paz duradera, máxime porque los representantes de los principales actores del conflicto -Israel y Palestina-, no estuvieron presentes en la conferencia.

El plan de paz para Gaza ya revelaba limitaciones justo desde su anuncio por el presidente Trump. Las fases subsiguientes abordan cuestiones sensibles y complejas relacionadas con los intereses políticos de las partes, como la solución para Hamás, la retirada total del ejército israelí de Gaza y el mecanismo de gobernanza posterior al conflicto.

Según el plan, la etapa de transición en Gaza será supervisada por un Consejo de Paz. Hiba Husseini, abogada en Ramala, opinó que el futuro de Gaza sigue siendo una gran incógnita sin la participación de la Autoridad Palestina.

El planeado envío de una fuerza internacional tampoco resulta sencillo. Según funcionarios de Hamás, aún existen desacuerdos sobre detalles operativos, como el alcance y las funciones específicas del despliegue. Jordania ha declarado que solo está dispuesta a entrenar a las fuerzas de seguridad palestinas y que no participará en ninguna acción militar directa.

Al fin y al cabo, el reciente acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás ha traído una calma frágil y temporal a la tormenta del conflicto. Este silencio es necesario después de dos años de enfrentamientos incesantes que han llevado la situación a un punto muerto. La Franja de Gaza seguirá atrapada entre la guerra y la paz si no se adoptan medidas para generar confianza o no se hacen concesiones políticas orientadas a objetivos humanitarios.

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