El Gabinete de Seguridad de Israel aprobó el pasado 8 de agosto el plan del primer ministro, Benjamín Netanyahu, para ocupar la ciudad de Gaza, el principal centro urbano del norte de la franja costera de Gaza.
La medida establece cinco principios para poner fin a la guerra, entre los que destacan el desarme de Hamás, el establecimiento de una administración civil que no esté bajo el control de Hamás ni de la Autoridad Palestina, y el mantenimiento, por parte de Israel, del control de seguridad en Gaza.
Esta decisión ha provocado una ola de rechazo en la comunidad internacional y entre los propios ciudadanos israelíes. Diversos países y organizaciones instaron a Israel a reconsiderar esta medida, ya que consideraban que la escalada militar solo provocaría más derramamiento de sangre y sufrimiento, sin contribuir a resolver el conflicto.
Las críticas también procedieron de las familias de los rehenes que siguen con vida en la Franja de Gaza y de figuras de la oposición política israelí, quienes advirtieron que la medida pondrá en grave riesgo a dichos rehenes. En Tel Aviv se llevaron a cabo numerosas manifestaciones contra el plan.
Ante la creciente presión, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, mantuvo una postura intransigente en una rueda de prensa, afirmando que no permitirá que el movimiento Hamás vuelva a controlar Gaza.
El dirigente israelí aseguró que su plan es “la forma más rápida” de poner fin a la guerra contra Hamás, e insistió en que su país no quiere ocupar la Franja, sino desmilitarizarla.
Para comprender por qué el líder israelí opta por controlar la ciudad de Gaza, es necesario considerar la importancia de este territorio. Se trata del núcleo urbano más poblado de la Franja de Gaza.
La cadena canadiense CBC News citó al exfuncionario militar israelí Amir Aviv, quien afirmó que la ciudad de Gaza es el corazón de la Franja y el centro de la administración de Hamás, por lo que su caída supondría el fin de este movimiento.
La decisión de Israel envía un mensaje disuasorio a Hamás y demuestra su determinación para controlar toda la Franja de Gaza.
Algunos expertos opinan que podría tratarse de una "estrategia" de Tel Aviv para presionar a Hamás a ceder en la mesa de negociaciones. Sin embargo, esta "apuesta" también podría suponer para Israel más pérdidas que ganancias.
Una estrategia de seguridad sin un minucioso cálculo del itinerario político y humanitario hará que Israel pierda más de lo que gane.
Los analistas señalan que Israel corre el riesgo de deteriorar su credibilidad en el ámbito internacional, así como el respaldo y la confianza de sus aliados occidentales.
Cuantos más disparos resuenen en el campo de batalla, menos posibilidades habrá de alcanzar una reconciliación.
El presidente de Egipto, Abdel Fattah Al-Sisi, ha declarado que Israel ha sobrepasado los límites de la guerra. Advirtió de que es probable que se produzcan nuevas escaladas de tensión en todo Oriente Medio, ya que el plan israelí podría desencadenar ataques de represalia.
Hamás advirtió que la acción de Israel significaría el fin para los rehenes israelíes que aún siguen con vida.
Por su parte, las fuerzas hutíes han continuado incrementando los ataques contra barcos y embarcaciones en el mar Rojo en solidaridad con las fuerzas de Hamás, lo que ha provocado el cierre del puerto marítimo de Eilat, en el sur de Israel, debido al corte de su principal fuente de ingresos.
Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, desde el 27 de mayo pasado, más de 1.600 personas han muerto y casi 12.000 han resultado heridas al intentar llegar a los puntos de distribución de alimentos en la Franja de Gaza. La población de esta trágica tierra se encuentra sumida en el agotamiento y la miseria.
Las acciones militares, en lugar del diálogo, solo profundizarán la brecha, empujando a toda la región a una nueva y más intensa espiral de inestabilidad, con independencia del bando.