El paso estratégico de Kazajistán

Kazajistán anunció oficialmente su adhesión a los Acuerdos de Abraham entre Israel y varios países de mayoría musulmana, una decisión que de inmediato atrajo la atención de los observadores internacionales.

La decisión de Kazajistán no solo demuestra los esfuerzos por ampliar el ámbito geográfico de los Acuerdos de Abraham, sino también refleja los cambios geopolíticos y los intereses en una vasta región que se extiende desde el Mediterráneo hasta Asia Central.

Tras los esfuerzos de la Administración del presidente estadounidense Donald Trump por dialogar con varios países de Asia Central sobre la ampliación de los Acuerdos de Abraham, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Kazajistán anunció recientemente su adhesión al pacto. La cartera subrayó que esta decisión trascendental se tomó en beneficio del país y está en plena consonancia con su política exterior equilibrada, constructiva y pacífica. La incorporación a dicho pacto también reforzará la cooperación de Kazajistán con otros Estados, en línea con los objetivos estratégicos nacionales.

Firmados en 2020 durante el primer mandato del presidente Donald Trump, los Acuerdos de Abraham constituyen un conjunto de pactos destinados a normalizar las relaciones diplomáticas y fomentar la cooperación regional entre Israel y varios países de mayoría musulmana, entre ellos los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán. Kazajistán es el primero en incorporarse al acuerdo durante el segundo mandato de Trump.

La importante decisión de Kazajistán se produce en un período de numerosos cambios y convulsiones en Oriente Medio. En medio de conflictos prolongados, varios países de la región subrayan la necesidad de estabilidad y de impulsar el desarrollo económico, al tiempo que reconsideran su enfoque en las relaciones con Israel. Sin embargo, la adhesión de Kazajistán a los Acuerdos de Abraham no representa un proceso de “normalización de relaciones”, sino una búsqueda de nuevas oportunidades, ya que los vínculos diplomáticos entre Astaná y Jerusalén datan de 1992.

Además de constituir una declaración política sobre la orientación diplomática del país, el anuncio de adhesión a los Acuerdos de Abraham se considera un paso estratégico en la ampliación de los espacios de cooperación y diversificación de los nexos internacionales de Kazajistán.

Con grandes reservas de petróleo y gas, y una posición geopolítica estratégica, la región de Asia Central se ha convertido en un punto de confluencia de las estrategias energéticas mundiales. Al adherirse a los Acuerdos de Abraham, Astaná subraya que los intereses económicos son uno de los factores clave.

Kazajistán busca inversiones de socios en Oriente Medio e Israel, especialmente para proyectos de energías limpias, tecnologías del agua, agricultura y seguridad alimentaria. Su participación en el pacto reafirma la política exterior multidireccional de esta nación centroasiática, al tiempo que fortalece su reputación internacional y demuestra su disposición a facilitar el diálogo y la cooperación.

Tras el anuncio de Kazajistán, Oriente Medio y Asia Central - dos regiones que hasta ahora habían estado política y económicamente desconectadas - vislumbran nuevas oportunidades de conexión. Estas se hacen especialmente patentes en la cooperación energética transfronteriza, ámbito en el que Asia Central cuenta con experiencia, y en tecnología e innovación, área en la que Israel posee conocimientos especializados.

No obstante, según los analistas, los desafíos para ampliar los Acuerdos de Abraham y cooperar en su marco son considerables, sobre todo porque las relaciones con Israel se ven afectadas por el conflicto palestino-israelí. La capacidad de Kazajistán para aprovechar el potencial de colaboración del acuerdo dependerá de su habilidad para equilibrar los intereses económicos y los principios políticos.

Los Acuerdos de Abraham, nacidos como una iniciativa de paz, se están expandiendo hacia un modelo renovado de cooperación. Esta expansión refleja una tendencia más amplia de colaboración orientada al beneficio mutuo y al desarrollo. Si esta tendencia continúa, el mundo podría presenciar la formación de un «arco de cooperación» que se extendería desde el Mediterráneo hasta Asia Central a través del Golfo Pérsico, una región con un importante potencial energético y económico.

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