El Sahel, una zona árida al sur del desierto de Sahara, ha sido durante años un foco de violencia, ya que los grupos yihadistas, el Estado Islámico del Gran Sahara (EIGS) y la organización GISM, el mayor grupo yihadista, están más activos. Malí, una nación de África Occidental con 21 millones de habitantes, ha luchado por sofocar la brutal insurgencia yihadista, surgida en 2012.
El conflicto en Malí se ha extendido a los vecinos Burkina Faso y Níger, causando miles de muertes y provocando el desplazamiento de dos millones de personas. Francia envió tropas a Malí en 2013, pero sin poder neutralizar a las fuerzas yihadista islámicas radicales.
Por otro lado, hay una creciente preocupación por el riesgo de que la rama islámica del Golfo de Guinea crezca y amenace la región.
A partir del año pasado, Francia empezó a retirar sus tropas del Sahel, así como a cerrar bases en el norte de Malí. El país europeo aún mantiene unos cuatro mil 300 efectivos en la zona, de ellos casi dos mil 500 en Malí.
Mientras tanto, las fuerzas Takuba de Europa, dirigidas por París, cuentan con entre 600 y 900 soldados, de los cuales el 40 por ciento son de Francia y el resto de más de 10 países de la Unión Europea (UE). No obstante, esas tropas se han retirado de Malí a petición del gobierno militar del país africano.
Tras casi 10 años luchando en África Occidental, las fuerzas francesas y europeas no han podido sofocar a los grupos armados. Los ejércitos de los países africanos, que no son realmente fuertes, están en la primera línea de lucha contra el yihadismo islámico, lo que genera preocupaciones sobre el aumento de la violencia tras la retirada de las tropas europeas.
De acuerdo con el plan, gradualmente se retirarán dos mil 400 soldados franceses en Malí y varios cientos de las fuerzas europeas enviadas desde 2020. También se cerrarán las bases militares de Francia, incluidas Gossi, Menaka y Gao.
Los ataques yihadistas han asolado Malí, Níger y Burkina Faso desde 2015, causando miles de muertos. Los grupos yihadistas a menudo cruzan fronteras laxas y hostigan a las fuerzas locales e internacionales, las cuales han gastado miles de millones de dólares en sus intentos por eliminar la amenaza terrorista.
Según los expertos, las fuerzas rebeldes se han infiltrado en los estados costeros, incluidos Benín y Costa de Marfil, amenazando las operaciones de seguridad internacional y la estabilidad estratégica de la región.
Al presidente de Costa de Marfil le preocupa que la retirada de la fuerza Barkhane de Francia y la Takuba de Europa del Sahel obligue a los países de la región a reforzar la capacidad de defensa en las zonas inestables fronterizas. En los últimos años, la Takuba, como núcleo de la estrategia francesa en Sahel, ha acompañado a los soldados malienses en el combate contra los yihadistas.
Ante la situación en África Occidental y los acontecimientos que podrían seguir a la retirada de las tropas de sus aliados europeos, Estados Unidos lanzó su programa anual de entrenamiento antiterrorista Flintflock, con base en Costa de Marfil,. El proyecto reúne a más de 400 soldados de los países africanos occidentales y tiene como objetivo mejorar la capacidad de respuesta a los ataques de los grupos armados asociados a Al-Qaeda y al autodenominado Estado Islámico.
A los especialistas les preocupa que la ola de violencia en los país de África Occidental provoque una oleada de inmigración ilegal a Europa, dejando graves consecuencias y afectando la seguridad del continente. Por lo tanto, a pesar del repliegue de las tropas europeas, las naciones occidentales acordaron continuar el plan de acción conjunta con el fin de eliminar el terrorismo en el Sahel, una zona de gran interés para Occidente.