En menos de dos años, Francia ha tenido cinco primeros ministros. El jefe de Gobierno, Sébastien Lecornu, de 39 años, presentó su dimisión el 6 de octubre, apenas 27 días después de haber asumido el cargo, lo que sumió a la escena política francesa en una espiral de inestabilidad. Cuatro días después de su renuncia, el presidente Emmanuel Macron volvió a nombrarlo primer ministro, lo que desató un nuevo tumulto.
La decisión del mandatario francés se considera una gran apuesta política. Ante las dudas públicas sobre si Macron cedería a la presión, su continuo apoyo a su aliado, Lecornu, fue una respuesta inequívoca. Según los analistas, Macron tomó esta inesperada y controvertida decisión para mantenerse en el poder en lugar de arriesgarse a unas elecciones anticipadas.
Tras una semana de agitación política, el Palacio del Elíseo anunció la lista del nuevo gabinete encabezado por Lecornu. El denominado Gobierno “Lecornu 2.0” fue descrito por los medios franceses como un intento de lograr la conciliación y la estabilidad en un contexto de profunda división política. No obstante, el nuevo Ejecutivo deberá enfrentar un antiguo desafío: alcanzar un acuerdo presupuestario con las fuerzas políticas para evitar repetir los errores de gobiernos anteriores. La formación del gabinete tuvo lugar justo antes de que el primer ministro presentara ante la Asamblea Nacional una el propuesta de presupuesto para 2026.
Ya el anterior plan de reducción del gasto público impulsado por Lecornu había sido rechazado por los partidos rivales y varias organizaciones sociales. La raíz del problema se remonta a las elecciones de 2024, que resultaron en un Parlamento sin mayoría, dividido entre tres bloques ideológicamente opuestos: la coalición centrista del presidente, la izquierdista Francia Insumisa y la ultraderechista Agrupación Nacional. Esta división ha generado continuos enfrentamientos en la agenda legislativa y convertido la búsqueda de consenso en un reto para cualquier primer ministro.
La deuda pública de Francia supera los 3,9 billones de euros, equivalentes al 114 por ciento del Producto Interno Bruto. Los mercados bursátiles se desplomaron tras anunciarse la dimisión de Lecornu. Además de la crisis financiera, el país enfrenta una crisis de confianza ciudadana, alimentada por la rápida sucesión de gobiernos que surgen y colapsan rápidamente. El cansancio y la desconfianza sociales no solo dificultan la formulación de políticas, sino también crean condiciones para que los partidos de extrema izquierda y extrema derecha aumenten su influencia explotando el descontento del electorado.
La inestabilidad política francesa también repercute en la solidez de la Unión Europea. El eje franco-alemán ha sido durante mucho tiempo el pilar del bloque, pero la agitación en el "país hexagonal" llega en un momento en que Europa necesita un liderazgo firme para abordar el conflicto entre Rusia y Ucrania, las tensiones comerciales, los aranceles y el auge del populismo.
De regreso al Palacio de Matignon, el Lecornu subrayó la necesidad de poner fin a la crisis política que agota a la población y perjudica la imagen de Francia. Señaló que lo que el pueblo francés y Europa esperan ahora es un gobierno capaz de restablecer la confianza y recuperar la estabilidad tras las recientes turbulencias políticas.