Inquietud y frustración frente a retos de seguridad fueron los sentimientos comunes en las recién convocadas Cumbre informal de los líderes de la Unión Europea (UE) y reunión de alto nivel la Comunidad Política Europea (CPE) en Copenhague, la capital de Dinamarca.
Crisis como la prolongada disputa militar en Ucrania, el conflicto extenso en Oriente Medio, la masiva ola de migración, los ataques cibernéticos y la incursión de vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés) en el espacio aéreo de algunos países, han convertido el fortalecimiento de las capacidades de defensa en una prioridad absoluta de la UE.
Según advirtió la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, Europa afronta la situación más peligrosa desde la Segunda Guerra Mundial a causa de lo que calificó como “una guerra híbrida”.
La visible transición en la política exterior y de seguridad de Estados Unidos, un aliado de la UE en el otro lado del Atlántico, hace que el bloque continental se vea ante una encrucijada. La administración del presidente Donald Trump ha insinuado en repetidas ocasiones la intención de restarle atención al tema Ucrania y que Europa debe asumir el liderazgo a largo plazo en la solución de ese conflicto.
Carente de la garantía del paraguas de seguridad de Washington, Bruselas encara la urgente necesidad de actuar con mayor dinamismo en la estructura de seguridad regional.
Sin embargo, Europa depende en gran medida del equipamiento bélico estadounidense. De acuerdo con el Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo, hasta el 64 por ciento del armamento que importaron los miembros europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte de 2020 a 2024 provino del aliado norteamericano.
Las finanzas constituyen otro desafío. El aumento de los gastos militares obliga a varios países a acortar sus programas de apoyo social pese a que Europa cuenta con una alta proporción de personas de edad avanzada.
El camino hacia la autonomía en defensa y seguridad de la UE y de todo el continente está plagado de obstáculos, lo que se debe principalmente a los disensos entre sus miembros.
Puede tomarse como ejemplo la iniciativa de la Comisión Europea de crear un “muro” anti-UAV, compuesto por sistemas de detección, monitoreo y neutralización de drones.
Estratégicamente, la idea ayudaría a salvaguardar la seguridad regional y representaría un esfuerzo conjunto del bloque frente a los retos. Con un sistema de defensa compartido, los países en primera línea no se sentirán solitarios.
Aun así, detrás del consenso político subyacen dudas sobre la viabilidad de la iniciativa. Las decenas de miles de millones de euros requeridas para desplegarla, en un contexto en que la capacidad financiera varía según países, son un detalle que acapara atención de los medios de comunicación.
Por otra parte, algunos Estados como Polonia y Dinamarca respaldan la medida propuesta, mientras otros de Europa Meridional como Italia y España estiman que la inversión en un plan de defensa debe beneficiar a todas las naciones, no solo a las del flanco Este de Europa.
Tampoco hay uniformidad entre los países en cuanto a las prioridades de seguridad. El ministro Federal de Defensa de Alemania, Boris Pistorius, ha declarado que su país no concede una importancia absoluta a la construcción del muro anti-UAV, y evaluó de poco probable el despliegue de esa iniciativa en los años venideros.
Según Pistorius, el Viejo Continente debe centrarse en acelerar el desarrollo de armas y tecnologías de defensa para mantenerse al ritmo del progreso global. La complicada e impredecible situación geopolítica actual será una enorme prueba para la solidaridad de la UE.
A medida que en el otro lado del Atlántico Estados Unidos ha decidido respaldar solo sus propios intereses, el camino de materializar la aspiración de independizarse en materia de defensa de la UE requiere un alto nivel de unidad y la capacidad de conciliar diferentes intereses en pos de un objetivo común.