Esta conmemoración destaca la necesidad de proteger el medio ambiente para prevenir los conflictos y consolidar la paz, retos que siguen vigentes y que aún no han recibido la atención necesaria.
La violencia y los enfrentamientos tienen múltiples causas. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, hasta el 40 por ciento de los conflictos internos en el mundo están asociados a la disputa de recursos naturales, desde el agua hasta los minerales. Cuando estos recursos desencadenan o alimentan la violencia, los ecosistemas se convierten en escenarios de guerra y sufren consecuencias duraderas e impredecibles.
Los conflictos, con independencia de su causa, afectan en mayor o menor medida al medio ambiente. La contaminación del suelo, las bombas sin detonar y la destrucción de los sistemas hídricos debilitan los esfuerzos de recuperación y reconstrucción. Las secuelas de la destrucción medioambiental pueden obligar incluso a las comunidades a desplazarse o agravar las consecuencias de los desastres naturales para las generaciones futuras.
A fin de aumentar la sensibilidad internacional sobre la protección del entorno natural en el contexto de los conflictos armados y durante la recuperación posterior, en 2001 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al 6 de noviembre Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados. Esta fecha también sirve para recordar a la comunidad internacional que las pérdidas ocasionadas por la guerra no solo afectan a los seres humanos y a las infraestructuras, sino también a los ecosistemas, que son la base de la supervivencia humana.
A lo largo de la historia, numerosos conflictos han dejado “cicatrices ecológicas” difíciles de borrar, desde las selvas tropicales de Indochina devastadas por productos químicos, hasta regiones del Medio Oriente y África donde la sobreexplotación de los recursos naturales ha convertido al medio ambiente en una “víctima olvidada”.
Hoy, cuando muchos focos de conflicto no encuentran solución, los daños ambientales siguen consumiendo gran parte de los recursos destinados al desarrollo. La verdadera paz no se limita al cese de las hostilidades, sino que implica la capacidad de los seres humanos y la naturaleza para coexistir de forma sostenible. Esta valoración pone de relieve que la protección ambiental durante y después de los conflictos debe tener la misma prioridad que la protección de los seres humanos.
En este sentido, se exige que los programas de recuperación posbélica sean más rápidos y eficaces en la reconstrucción ecológica, el tratamiento de la contaminación y la restauración de la calidad del agua y del suelo, entre otras tareas esenciales. Gracias a la cooperación internacional se han registrado numerosos avances. Estos progresos han cobrado especial relevancia en un enfoque que prioriza la transición de la limpieza, la reparación y la reconstrucción rápidas a la efectiva construcción de una paz verde.
Los observadores han señalado que las políticas y prácticas están priorizando la prevención. En este marco, destacan la promoción de la evaluación ambiental en zonas de conflicto, el fortalecimiento de la recuperación basada en la naturaleza y la mejora de la capacidad de gestión de los recursos naturales posconflicto para minimizar la corrupción y el riesgo de resurjan las tensiones.
Cabe destacar que los países han intensificado la cooperación transfronteriza, compartiendo datos de las cuencas hidrográficas y los sistemas de alerta temprana para las comunidades situadas aguas abajo. Aunque se registran avances, se siguen planteando propuestas orientadas a un desarrollo más sostenible.
Entre las propuestas figuran la necesidad de propugnar normas legales y compromisos ambientales, aumentar la financiación para una evaluación ambiental rápida que abarque el análisis de la calidad del agua, la evaluación de zonas de riesgo y la prevención y el control de incendios forestales, así como crear paquetes de “reconstrucción verde” en los presupuestos nacionales y salvaguardar a quienes desempeñan tareas de defensa del medio ambiente.
El 6 de noviembre de cada año nos recuerda que el medio ambiente es un patrimonio compartido y sin fronteras, y que cualquier acción humana que dañe la naturaleza tendrá consecuencias negativas para la humanidad.