Hace algo más de un año, tras la contundente victoria del Partido Laborista, Starmer asumió oficialmente la dirección del Reino Unido. Sin embargo, no hubo una “luna de miel” para el primer ministro tras su victoria. El momento en que recibió la “corona de laureles” también marcó el inicio de su enfrentamiento con numerosos desafíos en un país inmerso en las huelgas más prolongadas de su historia, una crisis del coste de vida, una deuda pública récord y las secuelas del Brexit.
El año pasado, gracias a la gestión del Gobierno de Starmer, el Reino Unido comenzó a recuperarse en medio de la tormenta. En política exterior, Londres ha conseguido reparar las relaciones muy deterioradas con la Unión Europea (UE), su principal socio comercial, tras el Brexit. El Reino Unido también ha fortalecido sus vínculos con Estados Unidos y ha sido el primer país en firmar un acuerdo comercial con Washington tras la "tormenta" arancelaria. Poco a poco, ha reafirmado su posición como actor global en un mundo cada vez más volátil.
Sin embargo, a diferencia de sus éxitos en política exterior, el Gobierno británico se enfrenta a grandes desafíos internos. A pesar de los esfuerzos del Gobierno, la economía sigue cubierta por nubes oscuras y aún no ha recuperado el ritmo de crecimiento esperado.
El gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, advirtió que el país se enfrenta a graves desafíos debido al débil crecimiento. En el segundo trimestre de 2025, la economía británica solo creció un 0,3 por ciento, mucho menos que en el trimestre anterior. La tasa de inflación siguió aumentando hasta el 3,8 % en julio, el nivel más alto desde principios de 2024 y también el más alto entre los países del G7.
La combinación de estos dos factores ha puesto al Reino Unido en riesgo de caer en estanflación (estancamiento más inflación). Dicha situación se caracteriza por el aumento del desempleo, la ralentización del crecimiento económico y la subida descontrolada de los precios.
Además de los problemas económicos, la migración ilegal sigue siendo una “enfermedad crónica” que causa malestar en la sociedad británica. No se puede negar el esfuerzo persistente del Gobierno para frenar la entrada de inmigrantes ilegales en el país. Sin embargo, justo cuando cumple su primer año en el poder, el Gobierno de Starmer obtiene un dato desalentador.
El volumen de migrantes que han cruzado el Canal de la Mancha en pequeñas embarcaciones para llegar al Reino Unido desde principios de 2025 ha superado las 28 mil personas, lo que implica un incremento del 46 por ciento en relación con el mismo período de 2024. La presión ha aumentado aún más con las protestas contra el uso de hoteles como refugios temporales para solicitantes de asilo, una política que cuesta al presupuesto estatal miles de millones de libras cada año.
Para hacer frente a las críticas y reducir la presión sobre el presupuesto, Londres ha anunciado que pronto aliviará la carga del flujo de inmigración ilegal y pondrá fin gradualmente al uso de hoteles como alojamientos para los solicitantes de asilo.
La ministra del Interior, Yvette Cooper, ha subrayado que el Gobierno está aplicando una estrategia a largo plazo para restaurar el orden del sistema migratorio, proteger la seguridad fronteriza y erradicar las redes de tráfico de personas.
No obstante, estas promesas parecen no ser suficientes para calmar la creciente preocupación de la población británica ante la ola migratoria ilegal.
Es evidente que detrás de la gloria de la “corona de laureles” no hay un camino de rosas, sino una serie de desafíos que Gobierno de Starmer debe superar. Los analistas confían en que, con determinación y esfuerzo, el primer ministro podrá mantenerse firme en este camino lleno de obstáculos y guiar al Reino Unido hacia la estabilidad, el desarrollo y la prosperidad duradera.