Hace cuatro años, las portadas de los medios internacionales estaban inundadas de imágenes de ciudadanos afganos haciendo fila para que les sellaran el pasaporte y así poder abandonar el país, huyendo del hambre y la violencia. Sin embargo, recientemente, el mundo ha presenciado un cambio de rumbo. Durante varios meses, decenas de miles de refugiados han regresado diariamente desde Irán a la provincia afgana de Herat a través del cruce fronterizo de Islam Qala. Una situación similar se ha observado en la frontera entre Afganistán y Pakistán.
Según las Naciones Unidas (ONU), desde principios de este año, alrededor de 2,1 millones de afganos han regresado o se han visto obligados a volver a su país de origen. Se prevé que la cifra continúe aumentando y supere los tres millones este año.
La masiva ola de repatriación se debe en gran medida a la decisión de Irán y Pakistán de expulsar a los refugiados. Según el Ministerio del Interior iraní, en este país residen hasta 6,1 millones de afganos, la mayoría sin estatus de refugiado. En medio de una economía lastrada por las sanciones y la alta inflación, Irán no cuenta con los recursos suficientes para cubrir los costes sanitarios, educativos y de bienestar social de millones de inmigrantes indocumentados. Sin otro lugar al que ir, los refugiados afganos se ven obligados a optar por el retorno.
Esta repatriación a gran escala se considera un duro golpe para la economía y la sociedad de Afganistán, un país sumido en una de las crisis humanitarias más graves del mundo. La ONU advierte que el retorno masivo de personas conlleva el riesgo de inestabilidad en la nación.
Este país del sur de Asia está asolado por la pobreza, el desempleo y los efectos del cambio climático. Alrededor de 23 millones de personas, la mitad de la población, necesitan asistencia humanitaria. Entretanto, las mujeres y las niñas siguen sufriendo marginación y privación de muchos derechos básicos. Los expertos opinan que Afganistán no puede recibir a un número tan grande de retornados.
El desafío no solo recae sobre el país, sino también sobre quienes regresan. Para ellos, reconstruir sus vidas desde cero en una nación devastada por años de conflicto, donde gran parte de la población vive en la pobreza, no es tarea fácil. Para las mujeres y las niñas, sometidas a férreas restricciones, es aún más inviable.
En los últimos cuatro años, las mujeres y niñas de Afganistán han estado prácticamente aisladas del mundo exterior. Es el único país del mundo donde las niñas no pueden asistir a la escuela después de la educación primaria.
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, la mayoría de los afganos recién repatriados se encuentran en un estado de "desorientación". Muchos han estado fuera de su país durante décadas y prácticamente han perdido todo vínculo con la comunidad local.
Volver al lugar donde nacieron después de años de vivir en el exilio es el sueño de millones de refugiados en todo el mundo. Pero para los afganos, el día del regreso está cargado de ansiedad.
Las dificultades crecen debido a la grave escasez de ayuda internacional. Desde que los talibanes retomaron el poder en 2021, la asistencia internacional al país se ha congelado casi por completo.
La ONU anunció que solo ha recibido cerca del 25 por ciento del presupuesto necesario para cubrir las necesidades humanitarias en Afganistán en 2025, que asciende a 2,4 mil millones de dólares. El recorte de la ayuda ha provocado el cierre de más de 400 centros de salud y otros tantos de tratamiento de desnutrición aguda, lo que ha tenido un fuerte impacto en el ya frágil sistema sanitario del país.
Los refugiados afganos se encuentran en una encrucijada en la que cualquier decisión que tomen los lleva a un futuro incierto y sin salida. El Gobierno talibán se ha comprometido a proporcionar alimentos, alojamiento y atención médica a quienes regresen. Sin embargo, los expertos prevén que el excesivo número de retornados podría sumir a la nación en una nueva espiral de inestabilidad y provocar una nueva ola de migración ilegal hacia otros países de la región.