Los riesgos del ‘vacío de ayuda’

Las fuentes de ayuda internacional han sido desde hace mucho tiempo un “salvavidas” para muchas personas vulnerables en todo el mundo. Sin embargo, la ola de recortes en esta asistencia sigue extendiéndose, amenazando y agravando las crisis humanitarias.

Los campamentos de refugiados de Kakuma y Dadaab en Kenia albergan a cerca de 800 mil personas provenientes de Somalia y Sudán del Sur, que han huido de los conflictos, la sequía y la pobreza. Aunque proceden de distintas regiones, estos cientos de miles de personas comparten un mismo destino: verse obligadas a abandonar sus hogares y su tierra natal, vivir en campos de refugiados improvisados y depender del apoyo de organizaciones humanitarias internacionales.

Sin embargo, la puerta de la esperanza para ellos se está cerrando gradualmente. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) informó que, debido al agotamiento progresivo de los recursos, la organización se ha visto obligada a reducir hasta en un 60 por ciento la ayuda destinada al grupo más vulnerable en los campos de refugiados de Kakuma y Dadaab, entre los que se encuentran numerosas mujeres embarazadas y personas con discapacidad.

En muchas partes del mundo, la escasez de financiación para las actividades humanitarias se ha convertido en una “nueva normalidad”. El PMA advierte que se verá obligado a reducir la asistencia alimentaria en Sudán del Sur a partir de septiembre. Cerca de 8 millones de personas sur-sudaneses enfrentan inseguridad alimentaria, y 2,3 millones de niños corren el riesgo de sufrir desnutrición severa, la cifra más alta jamás registrada en esta nación.

Sin embargo, actualmente el PMA solo cuenta con recursos suficientes para asistir a aproximadamente el 30 por ciento de los necesitados. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) también ha tenido que recortar en un 60 por ciento las operaciones de socorro en emergencia en Sudán, Chad y Afganistán.

En el contexto de una economía global volátil, muchos países han recortado sus partidas destinadas a la ayuda internacional.

Recientemente Alemania decidió reducir su presupuesto para la ayuda al desarrollo por debajo de los 10 mil millones de euros, el nivel más bajo desde 2018. Un tribunal federal de apelaciones de Estados Unidos también emitió un fallo que respalda a Washington a continuar disminuyendo miles de millones de dólares en ayuda exterior.

Hasta principios de agosto, las Naciones Unidas solo habían recibido cerca del 17 por ciento del presupuesto de 46 mil millones de dólares necesario para atender las necesidades humanitarias globales en 2025.

La ayuda humanitaria global no solo es una puerta que abre esperanza a las personas vulnerables, sino también una clave importante para mejorar la salud pública, la investigación y el tratamiento de diversas enfermedades, el suministro de agua potable y la seguridad energética. Por ello, la decisión de reducir o congelar la ayuda por parte de los países amenaza con interrumpir los esfuerzos para combatir la pobreza a nivel mundial.

Además, algunos sectores esenciales como la salud, la educación y la nutrición se ven gravemente afectados debido a la creciente ampliación de los “vacíos” financieros. La región del África subsahariana, sumida en conflictos y pobreza, es considerada la más perjudicada, ya que la mayor parte del presupuesto sanitario depende de la asistencia internacional.

Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de África, el número de emergencias sanitarias en el continente ha aumentado drásticamente en el último tiempo. Las limitaciones financieras podrían revertir los avances en la mejora de la salud, haciendo que las tasas de morbilidad y mortalidad vuelvan a los niveles de principios de los años 2000.

Quienes apoyan los recortes a la ayuda exterior argumentan que esta es la vía más rápida para reducir el déficit presupuestario y concentrar los recursos en la resolución de los problemas internos esenciales. Sin embargo, esto podría convertirse en un “arma de doble filo” para las potencias que han utilizado la asistencia internacional como una herramienta para fortalecer su “poder blando”.

En el contexto de una competencia geoestratégica cada vez más feroz, la retirada de la ayuda puede ser vista como un acto de “ceder el campo de juego”, permitiendo que otros países llenen rápidamente ese “vacío” para ampliar su influencia.

Las Naciones Unidas llama a la comunidad internacional para que cubra las “brechas de ayuda” y continúe avanzando hacia el objetivo de construir un futuro mejor para el mundo.

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