La OCDE auguró para 2023 un crecimiento del tres por ciento, superior al 2,7% previsto el pasado mes de junio. Al año siguiente, sin embargo, la tasa se mantendría por debajo de la media, en el 2,7, un 0,5 por ciento menos que el pronóstico original.
El crecimiento económico se desacelera
De acuerdo con la OCDE, las señales alentadoras a inicios de 2023 gracias al enfriamiento de los precios de energía y la reapertura de China darán como resultado un moderado ritmo de expansión económica global. Sin embargo, los efectos del endurecimiento de la política monetaria, la debilidad de la confianza de los consumidores y las empresas y la lenta recuperación de la segunda economía mundial son cada vez más evidentes.
El hecho de que la economía china se desacelera a un nivel inesperado también es un riesgo para el crecimiento. Entre las razones figuran el impacto de los tres años de enfrentamiento al Covid-19 y una enorme deuda en el sector inmobiliario. La OCDE recortó sus estimaciones al gigante asiático a 5,1 puntos porcentuales en 2023 y 4,6 en 2024.
En el caso de Estados Unidos, la organización elevó sus previsiones, pero también advirtió sobre una posible contracción del 2,2 por ciento en 2023 al 1,3 en el año venidero en la llamada locomotora económica del mundo.
Disminuyó igualmente sus cálculos para la Eurozona, a 0,6 en 2023 y 1,1 en el año próximo, teniendo en cuenta las dificultades de Alemania. La Comisión Europea hizo lo mismo, lo cual implica que la ralentización del país teutón pesaría sobre toda la región.
En palabras del comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Paolo Gentiloni, las economías regionales encaran una situación desfavorable, la cual debilita el impulso al crecimiento, por no hablar de las actividades económicas interrumpidas debido al conflicto en Ucrania.
No obstante, el organismo se mantuvo optimista sobre el crecimiento del bloque, particularmente la Eurozona, pese a que no llegaría al nivel previsto a comienzos del año.
En Asia, la OCDE elevó medio punto porcentual hasta el 1,8 la tasa de expansión de la economía japonesa, la tercera del mundo, pero redujo la cifra a sólo el uno por ciento para 2024.
Mientras tanto, el Banco Asiático de Desarrollo (BAD) rebajó sus expectativas para las 46 economías en desarrollo de la región, al considerarlas cada vez más expuestas a riesgos influenciados en parte por las altas tasas de interés globales. Este grupo excluye a Japón, Australia y Nueva Zelanda.
El Producto Interno Bruto de dichas economías podría aumentar 4,7 por ciento en 2023, inferior al 4,8 pronosticado en abril último pero por encima del 4,3 registrado en 2022. También según el BAD, desafíos como las encumbradas tasas de interés, el fenómeno El Niño, que amenaza la seguridad alimentaria, y las restricciones de varios países a las exportaciones, ponen en riesgo a las 46 economías emergentes.
La lucha aún no acaba
Los bancos centrales de todo el mundo han subido fuertemente los tipos de interés en un esfuerzo por frenar la subida de los precios al consumo tras el estallido del conflicto en Ucrania.
La inflación podría amainar este año y el próximo –observó la OCDE–, pero no alcanzaría el objetivo de la mayoría de las economías. En Estados Unidos y la Eurozona, si bien el consumo está a la baja, la tasa de inflación es mucho más alta que la meta del dos por ciento fijada por la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) y el Banco Central Europeo (BCE).
La semana pasada atestiguó una disparada récord del BCE de sus tasas de referencia, acompañada de indicios de que quizá sea la última. La FED, por su parte, decidió mantener sin cambios las suyas tras una reunión de dos días. Esta pausa se atribuye a que la economía del país ha presentado señales de ralentización, las estrictas políticas monetarias han inhibido el crecimiento, mientras la inflación minorista tiende a bajar a gran escala.
En opinión de expertos, la Reserva Federal estudiará la posibilidad de volver a subir los tipos de interés en función de la situación actual de la economía nacional. Sin embargo, 12 de los 19 responsables de la formulación de políticas de la Reserva Federal ya están a favor de otro aumento a finales de este año para garantizar una desaceleración de la inflación.
Subir los tipos podría frenar el crecimiento y disminuir la demanda de petróleo. Incluso sin esta medida, las economías están experimentando los efectos de anteriores subidas de tipos, a saber, mayores costes de endeudamiento para empresas y hogares, condiciones crediticias más restrictivas y mayores tasas de morosidad y quiebras empresariales.
Al respecto, la OCDE advirtió que la crisis de los bancos estadounidenses en marzo y la fusión del banco suizo Credit Suisse evidencian latentes riesgos y que los tipos de interés elevados pueden ejercer presión sobre el sistema financiero.
La lucha contra la inflación aún no acaba y los bancos centrales vienen escudriñando los datos económicos para delinear políticas adecuadas. El presidente de la FED, Jerome Powell, anunció que las autoridades de su institución seguirán vigilando tanto los datos como los implícitos desafíos.
Powell también reafirmó la determinación de la FED de controlar la inflación e insinuó la posibilidad de al menos un nuevo aumento de las tasas de interés a finales de 2023 o inicios de 2024. Los inversores esperan con ansias ese último “empujón” al combate contra la inflación.