Según los datos publicados por el gobierno japonés este fin de semana, el índice de precios al consumo (IPC) subió un 3,1 por ciento interanual en junio.
El Ministerio del Interior y Comunicación de Japón anunció que el IPC, que excluye los precios de la energía, se situó en 4,3 por ciento, un aumento intermensual de 0,1 puntos porcentuales.
El repunte de la inflación se atribuyó al aumento de los precios de los alimentos y bienes duraderos, del 9,2 por ciento y del 6 por ciento, respectivamente, y de las tarifas de alojamiento, del 15,1 por ciento, durante la temporada de vacaciones de verano.
De acuerdo con los analistas, la creciente inflación está erosionando la economía nipona y planteando importantes desafíos financieros. El gasto de Japón para ayudar a la economía a amortiguar los efectos de la pandemia del Covid-19 y hacer frente a la inflación ascenderá probablemente a unos 68 billones cinco mil millones de yenes (471 mil millones de dólares) en los cuatro años hasta el año fiscal 2023, indicó la agencia noticiosa japonesa Kyodo News el sábado pasado.
Dado que la mayor parte de la financiación procede de la emisión de deuda y que el objetivo de restablecer la salud fiscal ha quedado rezagado, el gobierno japonés se enfrenta a la urgente tarea de aplicar reformas en el gasto. El enorme gasto también ha causado grandes problemas a la economía japonesa.
Los miembros del sector privado del Consejo de Política Económica y Fiscal de Japón recién presentaron datos sobre el resultado primario como porcentaje del Producto Interno Bruto. Los datos mostraron el deterioro de la salud fiscal, ya que la cifra empeoró entre 1,7 y 5,2 puntos porcentuales durante cuatro años, en comparación con un escenario sin tal gasto adicional de 68 billones 500 mil millones de yenes. Se proyecta que la deuda del país se acerque a un billón 100 mil millones de yenes en el año fiscal 2023, casi el doble del tamaño de la economía.
Además de los desafíos planteados por la inflación, la economía nipona enfrenta otras muchas dificultades a causa del debilitamiento de las exportaciones y de la reducción de los ingresos de los trabajadores.
Según datos publicados por el Ministerio de Finanzas el pasado 17 de agosto, las exportaciones japonesas cayeron 0,3 por ciento interanual en julio, por primera vez en casi dos años. Mientras, las importaciones también cayeron 13,5 por ciento, a ocho billones 803 mil millones de yenes, lo que se tradujo en un déficit comercial de 78 mil 700 millones de yenes.
Las sombrías perspectivas de la economía japonesa se deben a la ralentización de la economía mundial y a las dificultades que atraviesa la economía de China, principal socio comercial de Japón.
La lenta recuperación económica y la elevada inflación han repercutido negativamente en la vida de los japoneses, cuyos salarios reales siguen cayendo. Los ingresos reales de los trabajadores cayeron un 1,6% interanual en junio por decimoquinto mes consecutivo debido a la inflación, según anunció el jueves pasado el Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar.
Según la cartera, los salarios reales cayeron 1,6 por ciento en abril y por decimotercer mes consecutivo mantienen una tendencia descendiente interanual. Ante semejante situación, el primer ministro Fumio Kishida pidió al empresariado que aceleren las subidas salariales.
Analistas de bienes y servicios estimaron que los precios subyacentes al consumo en Japón subieron 4,2 por ciento en enero de 2023, la tasa más alta de los últimos 41 años, ya que las empresas incorporaron a los precios de los productos y servicios los costes de las materias primas, el envasado y el transporte. Además, la debilidad del yen ha afectado a los costes de importación, impulsando al alza los precios al consumo.
Sin embargo, prevalen las preocupaciones por el riesgo inflacionista, lo que obstaculiza la recuperación económica en el futuro próximo. De acuerdo con Daisuke Iijima, analista de Teikoku Databank, la inflación aumentará porque los precios de los alimentos seguirán subiendo en los próximos meses, mientras los costos de la energía podrían crecer cuando en septiembre próximo expiren los subsidios del gobierno.
La elevada inflación en Japón va en contra de la tendencia general a la baja en el resto de las principales economías, como Estados Unidos, la Unión Europea y China. Esto plantea un importante reto de gestión macroeconómica para el gobierno del primer ministro Fumio Kishida en los meses que quedan de 2023.
De persistir la alta inflación, esta denominada “enfermedad” atará de pies y manos al gobierno a la hora de aplicar medidas de estímulo al crecimiento y la recuperación económica, además de crear mayores dificultades a la garantía de la seguridad social.