Las medidas orientadas a la recuperación nacional están siendo impulsadas con fuerza por el Ejecutivo sirio. Entre ellas, figuran la creación del Fondo de Desarrollo, el Fondo Nacional de Inversiones y el Consejo Supremo para el Desarrollo Económico. Estas entidades tienen como función apoyar la construcción de infraestructuras esenciales como carreteras, redes de agua y electricidad, telecomunicaciones, aeropuertos y puertos.
Siria también ha realizado su primera transacción bancaria internacional a través del sistema de pagos SWIFT desde el inicio del conflicto armado de 14 años de prolongación. Este importante paso en el proceso de reintegración de Siria al sistema financiero global permitirá canalizar recursos para la reconstrucción del país.
Para hacerlo posible, el gobernador del Banco Central de Siria organizó una reunión virtual con representantes de bancos sirios, así como con funcionarios y entidades financieras de Estados Unidos.
Los avances recientes se reflejan en la decisión de numerosos países de flexibilizar las sanciones o restablecer los vínculos de cooperación con Damasco. La eliminación de la mayoría de las sanciones impuestas por Estados Unidos supone un punto de inflexión clave que podría provocar un efecto dominó y animar a otros países y organizaciones internacionales a sumarse a los esfuerzos de reconstrucción.
En este contexto, Corea del Sur y Siria establecieron oficialmente relaciones diplomáticas, mientras que el Reino Unido anunció, en el marco de la visita oficial del canciller David Lammy a principios de julio, la reanudación de sus vínculos con Damasco. Por su parte, el Banco Mundial aprobó una financiación de 146 millones de dólares para Siria, y la Unión Europea puso sobre la mesa un paquete de ayuda de 175 millones de euros con fines humanitarios y de reconstrucción.
Estas señales de buena voluntad reflejan un cambio estratégico en las políticas diplomáticas de Oriente Medio y, al mismo tiempo, muestran un creciente respaldo al proceso de reformas en Siria. No obstante, el país aún se enfrenta a enormes desafíos relacionados con la implementación de reformas, la recuperación económica y la reconciliación social tras el conflicto.
Siria ha sufrido una grave crisis económica tras más de una década de guerra civil. Su Producto Interno Bruto se redujo en más del 60 por ciento desde 2011 y el desempleo supera el 50 por ciento. En la actualidad, unos 16,5 millones de personas, cerca del 70 por ciento de la población siria, requieren asistencia humanitaria. Según el Ministerio de Economía e Industria, la nación árabe necesitará al menos 1 billón de dólares para reconstruirse y avanzar hacia una nueva etapa de desarrollo.
No obstante, el mayor desafío son las divisiones étnicas y religiosas, así como la presión ejercida por las potencias extranjeras. La reciente ola de violencia en Siria, con ataques sectarios contra las minorías alauita y drusa, ha suscitado dudas sobre las perspectivas de estabilidad tras el régimen de Al-Assad.
El enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, expresó recientemente su preocupación por el deterioro de la confianza ciudadana tras los enfrentamientos. Según Lina Khatib, experta del centro de estudios Chatham House, el Gobierno sirio debe garantizar una verdadera inclusión política que asegure la representación de las comunidades religiosas y étnicas minoritarias, y abordar con urgencia los desafíos de la cohesión nacional.
Siria solo logrará una verdadera estabilidad, reconstrucción y unidad cuando el Gobierno sea capaz de resolver de manera efectiva los conflictos entre facciones y las profundas divisiones étnicas, una tarea que sigue siendo sumamente difícil.