El director del Servicio Nacional de Investigación de Bulgaria, Borislav Sarafov, informó que cuando la Policía registró un camión sospechoso que transportaba madera aparcado en una carretera cerca de la capital, Sofía, encontró a 52 refugiados afganos, entre ellos cinco niños, ocultos tras unos troncos de madera. Desafortunadamente, 18 estaban muertos, incluidos menores de edad. Los supervivientes fueron trasladados al hospital en condiciones críticas.
Después de una expedita investigación fueron detenidas tres personas en relación con el caso. Aunque todavía en proceso de determinar la razón por las muertes, la Policía ha descartado la posibilidad de un accidente de tráfico.
El ministro de Sanidad búlgaro, Asen Medzhidiev, dijo que faltaba oxígeno en el camión. Los supervivientes estaban helados y mojados, y sin comida desde hacía varios días, añadió.
Bulgaria es una parada de tránsito para inmigrantes, muchos de ellos procedentes de Oriente Próximo y Afganistán, que buscan entrar en una Europa Occidental más próspera.
Ante tal situación, la nación balcánica ha reforzado el control de su línea limítrofe meridional, que bordea Turquía, y otras zonas con miras a bloquear la creciente afluencia de inmigrantes a su territorio y demostrar su capacidad de proteger las fronteras exteriores de la UE.
Mientras, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) se mostró preocupado por el hecho de que más de 60 mil somalíes, en su mayoría mujeres y niños, han huido a Etiopía en las últimas semanas por miedo a los enfrentamientos armados entre las fuerzas de seguridad nacional y la oposición en Las Anod, en el norte del país.
Los refugiados llegaron exhaustos y traumatizados, sin más pertenencias que las que pudieron cargar. Muchos de ellos han perdido a sus seres queridos en los enfrentamientos o han sido separados durante la huida. Con escasas opciones, varias de las familias recién arribadas han sido albergadas en escuelas y otros edificios públicos, mientras otras han tenido que dormir al raso.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) teme una probable alza del número de niños que cruzan el Tapón del Darién, entre Panamá y Colombia, en 2023, en medio de una creciente ola de migrantes dispuestos a desafiar ese peligroso corredor para llegar a Estados Unidos.
La agencia estimó en más de 300 mil los migrantes por la frontera selvática hasta finales de 2023, incluidos 60 mil menores de edad (frente a los 40 mil 438 registrados en 2022). Esta última cifra fue más de cuatro mil 800 solo en enero de 2023, siete veces mayor que en igual etapa del año pasado.
De una opción solo para adultos, en los últimos cuatro años el Darién se ha convertido en un itinerario de familias enteras. En 2022, el número de personas que lo recorrieron en busca de asilo ascendió a un récord de 248 mil.
No está de más la advertencia del Unicef considerando que hace pocos días un autobús cuyos ocupantes habían atravesado el Tapón del Darién cayó por un acantilado en Panamá causando la muerte al menos a 39 personas, incluidos niños. Fue descrito como el peor accidente migratorio en la historia del país centroamericano.
Cada año, cientos de miles de personas intentan cruzar esa enmarañada selva -cuello de botella que los migrantes ilegales por vía terrestre en América del Sur deben superar para arribar al próspero norte del continente-, a pesar del terreno accidentado, el clima extremo y los delitos como la trata, el robo, la extorsión por parte de bandas criminales y el abuso sexual.
Expertos del Acnur aconsejaron a quienes tienen la intención de abandonar su terruño pensarlo detenidamente, pues una vez que se arriesguen a viaje tan peligroso, el precio a pagar sería incluso la propia vida.