Expertos están preocupados porque una grave crisis alimentaria se acerca. El conflicto entre Rusia y Ucrania aún sin resolver ha ocasionado interrupciones en el cultivo de primavera en este último país. Terrenos allí quedan baldíos, pues los agricultores temen tanto por su vida que apenas piensan en la producción. Por otro lado, Rusia ha limitado las exportaciones de cereales para asegurar los suministros domésticos de cara a las sanciones de Occidente. De momento, ningún país se ve capaz de reemplazar a esos dos de Europa del Este en el abastecimiento de trigo al mercado mundial.
Rusia y Ucrania lideran el cultivo y la exportación globales de cereales, al ocupar un aproximado 30 por ciento de la producción de trigo, un 32 por ciento de cebada, un 17 por ciento de maíz y el 75 por ciento de aceite de girasol. Dependientes en gran parte de estas fuentes, los Estados de Medio Oriente y África del Norte son los que más ansían el fin de la disputa.
Baja de la productividad y las áreas cultivadas aparte, las dificultades de logística en sus fronteras con Rumania, Hungría, Eslovaquia y Polonia han obligado a Ucrania a reducir sus envíos mensuales de granos a Europa a solo 600 mil toneladas en vez de los anteriores cinco millones de toneladas.
Rusia preveía vender al exterior hasta 11 millones de toneladas de cereales, principalmente de trigo (ocho millones), del 15 de febrero al 30 de junio. Sin embargo, las medidas punitivas de Occidente han estancado la actividad. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos estimó que las exportaciones de trigo de origen ruso o ucraniano caerán en siete millones de toneladas, una merma del 12 por ciento frente a la temporada anterior.
La escasez y el encarecimiento de la energía, junto con una fuerte disminución de los suministros de fertilizantes rusos, son otras causas del desplome de la productividad agrícola y de las exportaciones de alimentos, pues el gigante euroasiático representa el 17 por ciento de las provisiones mundiales de abono.
Antes de las tensiones geopolíticas en Europa del Este, Ucrania importaba desde Rusia el 75 por ciento de su demanda de diésel y se procuraba el resto por vías marítimas, pero ahora sus rutas navegables están bloqueadas.
La insuficiencia de diésel para operar la maquinaria agrícola ha impedido a los ucranianos realizar la cosecha de primavera o los ha forzado a moderar la producción. Es más, la carencia de fertilizantes afecta a corto y largo plazo los suministros de cereales y otros alimentos en el planeta.
Además del desasosiego por la escasez de comida, numerosos países, particularmente los pobres y dependientes de recursos exteriores, están inquietos ante los galopantes precios de los alimentos, que rozan el nivel más alto en los 61 años desde que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) publicó el Índice al respecto.
En febrero, el Índice de Precios de los Alimentos se situó en 140,7 puntos, un 3,9 por ciento más alto que en enero y un 20,7 por ciento por encima de su nivel de hace un año. El alza de esos valores ha puesto en precario la seguridad alimentaria global.
Según estimó la FAO, si el conflicto Rusia-Ucrania se prolonga y provoca una mayor reducción de las exportaciones de alimentos, el número mundial de personas desnutridas podría aumentar entre ocho y 13 millones. Incluso en África Central, víctima de una sequía de tres años, la situación se volverá aún más grave.
El director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), David Beasley, advirtió que unos 270 millones de personas en todo el mundo están al borde de la hambruna. Otros 811 millones fueron víctimas de la desnutrición crónica en 2020, comparado con los 161 millones registrados en 2019. Ocurrida en plena pandemia, el enfrentamiento armado en Ucrania es como leña al fuego, pues atiza las preocupaciones por la seguridad alimentaria, la pobreza, la hambruna y la desnutrición.
Las tensiones en ese territorio amenazan con derrumbar los frutos que el PMA lleva años labrando a fin de garantizar alimentos a unos 125 millones de necesitados. Antes de la disputa, la mitad de los cereales solidarios del mecanismo se compraba de Ucrania.
Debido al conflicto, también resulta imposible para el PMA adquirir fertilizantes de Rusia y Bielorrusia. La productividad agrícola se verá afectada gravemente y se prevé que la cosecha se reduzca por lo menos a la mitad.
Según expertos en el ámbito, decenas de millones de familias en las regiones subdesarrolladas, en vez de comidas suntuosas y ropa fina, ahora solo se atreven a soñar con raciones que le llenen la barriga y sean lo suficientemente nutritivas.