Merz necesitó una segunda vuelta de votación en el Parlamento Federal, donde recibió 325 votos a favor, para conseguir la mayoría necesaria de al menos 316 votos y asumir la jefatura del Gobierno, lo que ha salvado al país del riesgo de estancamiento político.
Aunque ha ganado las elecciones y aceptado oficialmente la gran responsabilidad de pilotar el barco Alemania, las pasadas tormentas son un augurio de los desafíos a los que se enfrentará el nuevo canciller, especialmente en lo que respecta a recuperar la confianza dentro de la coalición y de guiar a la mayor economía de Europa a través de la actual recesión. El 14 de mayo, en su primer discurso ante el Parlamento Federal, Friedrich dejó claro que actuará con rapidez para reubicar al país en la senda del crecimiento.
Con miras a reactivar la locomotora alemana se ha anunciado un paquete de recuperación económica integral, el cual sirve también para sacar de la crisis a la nación más poblada del Viejo Continente cuando esta corre el riesgo de recesión económica por tercer año seguido. En un intento por eliminar las barreras al crecimiento, el nuevo canciller promulgó rápidamente medidas básicas como la reducción de impuestos a las empresas, la asignación de fondos para la modernización de infraestructuras, el impulso del movimiento emprendedor, la posibilidad de refutar la polémica ley de evaluación de la cadena de suministro y la simplificación de normas en todos los sectores.
Una política que ha acaparado mayor atención pública es el endurecimiento del control fronterizo. Pocas horas después de asumir su cargo, el nuevo ministro del Interior, Alexander Dobrindt, conocido por su postura firme contra la inmigración, ordenó reforzar el escrutinio en las fronteras, denegar solicitudes de asilo en los pasos limítrofes y fortalecer la coordinación con los países vecinos para hacer frente a la oleada de migración ilegal. En solo una semana desde la adopción de estas medidas, el número de solicitudes de asilo rechazadas aumentó casi un 50 por ciento.
Las mencionadas medidas tropiezan con críticas del Parlamento Europeo, y del Partido Socialdemócrata de Alemania, socio de la gobernante CDU/CSU, que advierte sobre la posibilidad de que los Estados vecinos abandonen la reforma del sistema europeo común de asilo y dependan de sus propias normas. Sin embargo, la coalición en el poder se muestra satisfecha con los resultados y subraya que Alemania ya no será el "imán" de migrantes en Europa.
Respecto a la política exterior, Merz procura reafirmar el liderazgo de Alemania en la palestra internacional. Esto se refleja en sus negociaciones con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, sobre la reanimación de las debilitadas relaciones binacionales, o su reciente visita a Polonia, calificada de simbólica por su efecto de cimentación de los nexos bilaterales en la nueva etapa.
El nuevo canciller alemán hace hincapié en la necesidad de estrechar la cooperación con Washington y reafirma el compromiso de Berlín con la Organización del Tratado del Atlántico Norte, en un contexto en el que la vuelta del presidente Donald Trump a la Casa Blanca ha perturbado bastante las relaciones entre las dos orillas del Atlántico.
Dos conmociones desde el exterior, una a causa del conflicto en Ucrania y la otra ocasionada por cambios de opinión de Estados Unidos sobre la cooperación comercial y en defensa con la Unión Europea, han obligado a Berlín a sopesar su “postura estratégica” a nivel nacional. Las recientes acciones de Merz son consideradas una firme declaración de que Europa debe asumir una mayor responsabilidad en su propia labor de defensa, y que Alemania, con su tamaño y capacidad económica, no puede alejarse del rol de líder. Esta determinación la recalcó el propio Merz en un enunciado anterior, en el que instó a Alemania a pasar de ser una “potencia mediana adormecida” a una “potencia mediana líder”.