El peliagudo tema de la transición energética

El tema de la novena Conferencia de Diálogo de Transición Energética de Berlín (BETD), que se inauguró recientemente en la capital alemana, es "Transición energética: asegurar un futuro verde". La transición verde se ha convertido en una tarea urgente para cualquier gobierno, pero por su complejidad requiere de la cooperación internacional.
La ministra federal de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, interviene en el foro. (Fotografía: VNA)
La ministra federal de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, interviene en el foro. (Fotografía: VNA)

Líderes y delegaciones de alto nivel de más de 60 países se reunieron para discutir estrategias para la transformación inteligente de los sistemas energéticos globales hacia la neutralidad de carbono. También discutieron los esfuerzos conjuntos para construir una fuente de suministro sostenible, segura e independiente.

En la inauguración, la ministra federal de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, pidió más celeridad en los esfuerzos mundiales por un mayor disfrute de los ciudadanos de tal proceso y destacó que los grandes países industrializados tienen una responsabilidad especial en ello.

La “transición masiva a las energías renovables” no solo es urgente a la hora de solventar la crisis climática, sino también “una enorme oportunidad económica para las empresas y los Estados”, aseguró.

La jefa de la diplomacia germana puso de relieve la importancia de la cooperación internacional en este camino y la disposición de Berlín de acompañar a los socios interesados en aprovechar las oportunidades de la transición energética. “Los países que invierten hoy en hidrógeno verde serán los ganadores del mañana”, recalcó.

La BETD se celebra desde 2015 por iniciativa del Gobierno alemán y patrocinadores. En los meses previos a su novena edición, la transición energética y la transición verde fueron un tema candente en foros internacionales, señal de la preocupación de muchos Estados e instituciones financieras.

Al dirigirse en enero último al Foro Global de Energía del Consejo Atlántico celebrado en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, el enviado presidencial especial de Estados Unidos para el Clima, John Kerry, matizó la significación del Acelerador de Transición Energética (ETA, en inglés), que él mismo presentó a finales de 2022 en la 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Su propósito era crear acuerdos financieros factibles para agilizar la reducción de emisiones, recordó, y agregó que el ETA no actuaba como sustituto de otras fuentes de financiación.

Kerry pidió una mayor inversión en la ecologización de la industria energética en medio de la necesidad de duplicar la financiación en energías renovables a más de cuatro billones para finales de la década con el fin de cumplir el objetivo de cero emisiones netas para 2050, señalado por la Agencia Internacional de Energía en su informe “Perspectivas Energéticas Mundiales” al cierre de 2022.

La agencia pronosticó igualmente que la inversión realizada en energías limpias podría superar los dos billones de dólares para 2030. Aun así, los países desarrollados nunca han llegado a cumplir su promesa hecha en 2009 de financiar, con 100 mil millones de dólares por año, la rebaja de emisiones y adaptación al cambio climático en los territorios en vías de desarrollo.

La reciente Reunión Ministerial sobre Transiciones Energéticas del Grupo de los Veinte en Indonesia atestiguó la aprobación del documento “Principios Comunes de Bali para Acelerar la Transición a Energías Limpias”. En la ocasión también fue propuesta la iniciativa “Hoja de Ruta de Transición Energética de Bali” en un intento de dar continuidad a la agenda global enfocada en fortalecer la cooperación internacional y la arquitectura energética.

Ese itinerario proporciona el marco para facilitar la referida labor a través de tres prioridades principales, a saber, la garantía de acceso a la energía, la modernización de las tecnologías de energía limpia y las inteligentes, y el impulso a la financiación en el ámbito.

La cuestión de ecologizar las energías incluso ha estimulado a los bancos a “arremangarse”. Heike Harmgart, directora general del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo para la Región del Mediterráneo Meridional y Oriental, informó que su entidad promete mil millones de dólares al despliegue de las fuentes renovables en Egipto.

Los mencionados fondos representan un décimo del capital privado que el país árabe necesitaría para los proyectos de energía eólica planeados por su Gobierno de aquí a 2028.

La institución recaudará otros 300 millones de dólares entre los socios extranjeros para financiar la estabilización de la red eléctrica, el fomento del depósito de baterías, la configuración de cadenas de suministro locales de energías renovables y la capacitación de recursos humanos en tierras egipcias.

Mientras, el Banco Asiático de Desarrollo acaba de confirmar un préstamo de 50 millones de dólares a Camboya y su programa enfocado en desarrollar fuentes renovables y aumentar la eficiencia de uso energético cuando el país deje de utilizar combustibles fósiles.

El creciente interés en la sostenibilidad energética por parte de sujetos tan influyentes como instituciones financieras, Estados y la comunidad internacional es una señal alentadora.

Según Mahmoud Mohieldin, adalid sobre el cambio climático de las Naciones Unidas, solo África requiere un billón de dólares al año para transformar el sector y asegurar el acceso de 600 millones de sus habitantes a la energía. Entretanto, la oferta financiera de los países desarrollados es una “gota en el inmenso océano” frente a la demanda.

La transición energética y la transición verde en general constituyen un proceso costoso y sumamente arduo, que necesita una mayor coordinación de las instituciones financieras y todos los países.