La edición de este año cuenta con la participación de tres agencias alimentarias de la ONU: la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Por tener lugar cuando la interrupcion de las cadenas de suministro, el cambio climático, la pandemia de Covid-19 y el conflicto en Ucrania impactan sobre el sistema alimentario mundial, la Cumbre debe ofrecer soluciones urgentes y a largo plazo al problema alimentario.
Docenas de países están experimentando una inflación de dos dígitos, 349 millones de ciudadanos en 79 países enfrentan una grave inseguridad alimentaria, y varios de África han sido identificados como focos de hambre.
Resulta paradójico que la inseguridad alimentaria aumente en todo el mundo, con muchas personas en riesgo de padecer hambre persistente, mientras que en muchos lugares se desperdician alimentos.
Según el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, los sistemas alimentarios mundiales se están desequilibrando en detrimento de millones de personas. Citó cifras que muestran que más de 780 millones de personas en todo el mundo sufren escasez de alimentos, mientras que alrededor del 30% de la comida mundial se sigue desperdiciando o perdiendo. Señaló que unos 462 millones de personas están desnutridas, mientras que 2.000 millones padecen sobrepeso u obesidad.
La crisis climática, la pandemia de Covid-19 y los conflictos han contribuido a elevar el número de pobladores que enfrentan hambruna a 122 millones desde 2019. En un informe a principios de este mes, el PMA estimó que entre 691 y 783 millones de personas enfrentaron hambre en 2022, con un promedio en 735 millones. Mientras, el FIDA señaló que el presupuesto anual para actividades económicas y sociales supera los 12 billones de dólares, en comparación con los 10 billones de ingresos de la industria alimentaria mundial o los 700 mil millones de dólares de los subsidios agrícolas de los países ricos.
La crisis climática, la pandemia del Covid-19 y los conflictos han contribuido a elevar el número de personas en riesgo de padecer hambre hasta los 122 millones desde 2019. En un informe de principios de mes, el PMA estimó que entre 691 y 783 millones de personas pasaron hambre en 2022, con una media de 735 millones. Mientras tanto, el FIDA señaló que el presupuesto anual para actividades económicas y sociales supera los 12 billones de dólares, frente a los 10 billones de ingresos de la industria alimentaria mundial o los 700 mil millones de dólares de los subsidios agrícolas de los países ricos.
El sistema alimentario debe incluir todas las actividades implicadas en la producción, transformación, transporte y consumo de alimentos. Hacerlo más sostenible, eficiente y equitativo es una tarea compleja. El sistema alimentario es multisectorial y multifactorial, y vulnerable a tendencias como la urbanización, el cambio climático, la tecnología y las políticas gubernamentales. Las prácticas insostenibles de producción, envasado y consumo de alimentos también contribuyen al calentamiento global, ya que estas actividades son responsables de un tercio de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, consumen el 70 por ciento del agua dulce del planeta y provocan una pérdida de biodiversidad a gran escala.
La FAO recomendó hacer cambios fundamentales en la forma de producción, procesamiento, comercialización y consumo de alimentos para satisfacer la demanda de alimentos frente a una población mundial en crecimiento.
El Secretario General de la ONU ha pedido un esfuerzo financiero de al menos 500 mil millones de dólares al año para ayudar a los países pobres a ampliar la financiación a largo plazo para invertir en sistemas alimentarios más eficientes.
La reestructuración de la agricultura, junto con la gestión de la relación entre la producción de alimentos, la energía, los recursos hídricos y la adaptación al cambio climático, promoviendo la transición verde y la economía circular, es fundamental.
Construir un sistema alimentario integral y sostenible, combinado con inversiones en agricultura resiliente al clima para aumentar los rendimientos y abordar el nexo entre paz y desarrollo, es una tendencia inevitable y un factor importante para garantizar la seguridad alimentaria.
Además del objetivo inmediato de ayudar a los países amenazados por crisis alimentarias, existe el imperativo a largo plazo de restablecer las cadenas de suministro mundiales y gestionar la presión del aumento de los precios de los productos básicos agrícolas tras la pandemia de Covid-19, así como de desarrollar sistemas alimentarios sostenibles, todo lo cual requiere la cooperación multilateral.