Violencia armada en Estados Unidos, una grave enfermedad crónica

La sucesión de tiroteos ocurridos en la última semana en Estados Unidos muestra que la violencia con armas de fuego es aún una obsesión en ese país. En un intento por reducir las tragedias a boca de pistola, el presidente Joe Biden anunció nuevas regulaciones con las que busca acabar con las llamadas “armas fantasma”.

Policías enviados a la escena del tiroteo en el supermercado King Soopers, en Boulder, Colorado (Estados Unidos), el 22 de marzo de 2021. (Fotografía: AFP/VNA)
Policías enviados a la escena del tiroteo en el supermercado King Soopers, en Boulder, Colorado (Estados Unidos), el 22 de marzo de 2021. (Fotografía: AFP/VNA)

Seis personas resultaron muertas y otras 12 heridas en un tiroteo en el centro de la ciudad de Sacramento, estado de California, el 3 de abril. Apenas días después, hechos similares en un club nocturno del estado de Iowa y la ciudad de Nueva Orleans, estado de Luisiana, se cobraron respectivamente dos vidas de las 12 víctimas y cinco de las 18. Justo el 12 de este mes, más de 20 civiles fueron heridos durante una refriega a balazos a hora punta en una estación de metro en Nueva York.

La seguidilla de balaceras en los últimos días en Estados Unidos, sin contar con trágicas muertes de inocentes que conllevaron, no es nada de extrañar. La violencia con armas de fuego ha sido un problema candente en el territorio norteamericano durante años.

Everytown for Gun Safety, organización no lucrativa con sede allí, publicó hace poco un informe que demuestra el alarmante crecimiento del número de fallecidos por tiroteos en las calles. A saber, en 2021, cada 17 horas hubo una persona baleada en escenarios urbanos, más del doble que en 2016.

Según el grupo de investigación Gun Violence Archive, Estados Unidos contabilizó el año pasado 20 mil 726 muertes a tiros, excluidos los suicidios.

Las elocuentes cifras han añadido tonos sombríos al panorama de la violencia armada en la nación norteamericana y plantean enormes retos al Gobierno de Biden. El control de armas figura entre las prioridades de la política interna del 46º presidente de Estados Unidos, promotor de fuertes medidas a fin de reforzar la gestión en el tema desde que asumió el cargo.

En su esfuerzo más reciente, el mandatario anunció nuevas regulaciones destinadas a erradicar las “armas fantasmas”, que pueden comprarse en forma de un kit de ensamblaje casero y sin número de serie, lo que dificulta rastrear su origen a las autoridades. De acuerdo con la Casa Blanca, cada vez se encuentran más “armas fantasma” en las escenas de crímenes.

El año pasado, las fuerzas del orden recuperaron algo más de 20 mil armas de tal tipo durante la investigación de delitos, 10 veces más que en 2016. La nueva norma buscar llenar los resquicios en la gestión de armas de fuego pidiendo a los fabricantes de kits que soliciten una licencia federal y marcar cada componente con números de serie. Adicionalmente, los distribuidores deben chequear y guardar los antecedentes de sus clientes.

El fiscal general del país, Merrick Garland, aseveró que la restricción permitirá a los agentes del orden acopiar información necesaria para resolver delitos y, al mismo tiempo, ayudará a reducir el abundante número de armas imposible de rastrear.

La medida ha sido ampliamente recibida por los estadounidenses y organizaciones locales. Según destacó un representante de Everytown for Gun Safety, se espera que este nuevo paso de Biden intensifique el control de armas y aplaque la violencia. Por otro lado, la Asociación Nacional del Rifle (ARN), históricamente opuesta a regulaciones, se pronunció ferozmente contra todas las medidas de control al respecto.

Estados Unidos es uno de los pocos países cuya Constitución estipula el derecho a la posesión de armas de fuego, aunque durante años el reforzamiento del control sobre las mismas es uno de los temas políticamente divisivos. Al sostener puntos de vista contrarios, el Partido Republicano y el Partido Demócrata no han podido alcanzar una voz común sobre las políticas relacionadas.

Además, la fabricación y la comercialización de armas generan enormes ganancias cada año. Los grupos partidarios del sector, incluido la ARN, con su capacidad financiera, no suelen quedarse con los brazos cruzados cuando ven afectados sus negocios. Esta es la razón por la cual sucesivos mandatos presidenciales fallaron en el intento de decretar un más estricto control a la tenencia y el uso de esos medios ofensivos.

La reciente sucesión de tiroteos hace sonar de nuevo las campanadas de alarma sobre la violencia armada en tierras estadounidenses. Esta “grave enfermedad crónica” continúa planteando al Gobierno de Biden enormes retos sobre cómo llenar las lagunas en la gestión de armas y liberar al país del flagelo que le ha obsesionado por años.