El panorama demográfico mundial actual presenta matices contrapuestos. Mientras la población mundial crece, algunos países asiáticos y europeos luchan contra la baja natalidad y el declive demográfico.
La población infantil de Japón disminuyó por 42 año consecutivo hasta alcanzar un nuevo mínimo histórico. Al 1 de abril, el número de menores de 14 años en ese país, incluidos los extranjeros, era de 14,35 millones, unos 300 mil menos que un año antes. Según las previsiones de los expertos, la población de Japón se reducirá a 87 millones de personas en 2070, un 30 por ciento menos que en 2020.
En Europa, Italia comparte la misma preocupación por el envejecimiento de la población y el descenso de la natalidad. Los nacimientos en los 11 primeros meses de 2022 cayeron un 3 por ciento respecto a los 400.000 registrados en el mismo periodo de 2021. El Instituto Nacional de Estadística de Italia ha publicado que la población italiana podría reducirse casi un 20% en las próximas cinco décadas debido al descenso de la natalidad.
Sin duda, las bajas tasas de natalidad y el envejecimiento de la población provocarán un aumento de la presión sobre los fondos de pensiones y de los costes sanitarios, la escasez de mano de obra y los obstáculos al crecimiento económico.
Al mismo tiempo, otros países registran un fuerte crecimiento demográfico. A mediados de abril, India superó a China y se convirtió en la nación más poblada del mundo.
Egipto también se enfrenta al riesgo de un rápido crecimiento demográfico. El director del Consejo Nacional de Población del país, Tarek Tawfik, predijo que la población se situará entre 142 y 157 millones en 2050.
Según los expertos, el aumento de la población se considera una "ventaja demográfica", con oportunidades de crecimiento económico. La abundancia de recursos laborales es la base del desarrollo socioeconómico. El crecimiento de la población es también prueba de los logros en atención sanitaria, nutrición, ciencia y tecnología, entre otros.
Sin embargo, este factor conlleva una serie de retos. El crecimiento demográfico ejercerá presión sobre el sistema de infraestructuras, los sistemas de bienestar social como la sanidad, la educación y el empleo, así como sobre el medio ambiente y el ecosistema.
Un reciente artículo del diario francés Le Figaro advertía de los peligros del envejecimiento de la población para la economía. En él se destacaba la escasa conciencia de los ciudadanos sobre las consecuencias de la baja natalidad. También citaba opiniones de expertos sobre la falta de atención de los economistas a la natalidad en comparación con los datos del PIB o la inflación, dado que se trata de un factor importante para la economía a medio plazo.
Los gobiernos han propuesto una serie de iniciativas y medidas. Los países con tasas de natalidad decrecientes elaboran planes de apoyo y aliento a las parejas a tener hijos. No obstante, todavía varios obstáculos lastran los esfuerzos por promover la natalidad, como las preocupaciones ambientales, la tendencia a retrasar la maternidad y los problemas financieros.
En Egipto, existen 22 organizaciones activistas de control de la población, pero no una política suficientemente fuerte para frenar el crecimiento demográfico.
La población y el desarrollo social tienen una estrecha relación. Planificar y prepararse cuidadosamente para crear una sociedad resistente a los cambios demográficos plantean una tarea importante para cada país, apuntando al objetivo más alto de brindar una buena calidad de vida para todos.