El 15 de agosto de 2021, las últimas tropas estadounidenses y aliadas se retiraron de Afganistán, dejando atrás un país sumido en el caos. Los talibanes se hicieron con el control de Kabul en medio de un bloqueo financiero y diez mil millones de dólares congelados por Estados Unidos y otros países occidentales. Además, estas naciones y las instituciones crediticias internacionales suspendieron muchos préstamos y ayuda hasta que los talibanes cumplan sus compromisos con el pueblo afgano.
Un año después, Afganistán está al borde de una peor crisis humanitaria y enfrenta una grave inseguridad alimentaria. Además, el 70 por ciento de los hogares afganos no pueden cubrir sus necesidades básicas y los derechos de mujeres y niños siguen amenazados, en especial, la mayoría de las escuelas secundarias para niñas se cerraron a pedido de los talibanes. La Unión Europea expresó recientemente su especial preocupación por el empeoramiento de la situación de las mujeres y las niñas en esta nación de Asia del Sur.
El Gobierno establecido por los talibanes no solo carece de recursos financieros, sino que tampoco garantiza la estabilidad y la unidad, y no está equipado con las habilidades y la experiencia suficientes para manejar la crisis. Según las estadísticas, alrededor de 22,8 millones de las personas (más de la mitad de la población) padecen de inseguridad alimentaria y tres millones de niños corren el riesgo de desnutrición.
Además, los desastres naturales y las epidemias ocurridas en los últimos dos años han provocado una grave crisis alimentaria y económica. Según la organización Save the Children, 18,9 millones de afganos, incluidos 9,2 millones de niños, podrían enfrentar situación de inseguridad alimentaria en los últimos meses de este año. Mientras tanto, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el 97 por ciento de la población de Afganistán vive en la pobreza extrema y cada vez más personas están por debajo del umbral de pobreza.
Los talibanes tomaron el poder con la promesa de no permitir que Afganistán se convirtiera en caldo de cultivo para el terrorismo, pero los ataques aún ocurren. Aunque los funcionarios talibanes afirman haber derrotado al autodenominado Estados Islámico (IS), los analistas dicen que este grupo sigue siendo un gran desafío a la seguridad.
El ataque estadounidense con aviones no tripulados ocurrido el 31 de julio, que mató al principal líder de Al Qaeda, Ayman al-Zawahihi, en Kabul, ha demostrado el gran desafío que enfrenta el Gobierno talibán en la lucha contra el terrorismo. En un comunicado oficial emitido el 4 de agosto, los talibanes admitieron no tener "ninguna información" sobre la presencia del líder de Al Qaeda en Afganistán. Según los observadores, los talibanes enfrentan demasiadas dificultades en la transición de la fuerza militar a un gobierno civil.
En medio de la creciente inestabilidad política, inseguridad social y la grave crisis económica, Afganistán encara grandes dificultades. Más de 70 economistas estadounidenses y expertos internacionales en desarrollo han pedido a Washington que devuelva los siete mil millones de dólares en reservas congeladas del banco central afgano para ayudar al país a recuperarse. Pero para obtener apoyo internacional, el Gobierno talibán debe demostrar su capacidad para cumplir sus compromisos. Esta es una tarea difícil para los talibanes en el camino hacia la restauración de la paz y la estabilidad nacional.