La UE y Francia aspiran a conseguir la neutralidad de carbono a más tardar en 2050, mientras 2045 es el plazo límite planteado por Alemania. Para hacerlo realidad, de aquí al 2030, los países del bloque se enfocarán en ampliar el uso de las energías renovables y abandonar gradualmente las fósiles. Esperan que a largo plazo el hidrógeno desempeñe un papel decisivo en la consecución de los objetivos energéticos y climáticos del continente, especialmente en sectores como el transporte y la industria.
Al actualizar este año sus estrategias, el Gobierno alemán se ha fijado metas más ambiciosas teniendo en cuenta hasta los retos emergentes en el mercado energético para transformar el país en una economía basada en el hidrógeno. Ha proporcionado orientaciones y medidas para fomentar la producción, el transporte y el uso del hidrógeno y sus derivados. También se está estudiando el uso del hidrógeno en el funcionamiento de las centrales eléctricas locales.
Adicionalmente, el Estado teutón viene desplegando una estrategia de importación de hidrógeno para garantizarse el suministro. El Ministerio Federal de Relaciones Exteriores previó una disparada en la demanda doméstica de ese recurso.
En aras de reducir la dependencia energética del exterior y acelerar la transición energética, Alemania se ha dedicado a desarrollar las energías limpias. En el primer semestre de 2023, más de la mitad del consumo nacional de electricidad procedía de fuentes renovables, y la energía eólica representaba el 28,6 por ciento.
Según la Asociación de Energía Eólica Terrestre de Alemania, la capacidad de esta rama en los primeros nueve meses del año superó el mismo período de 2022 en más del 50 por ciento, con un total de dos mil 436 megavatios. Encaminada hacia el objetivo de que la eólica represente el 80 por ciento de la capacidad renovable para 2030, la mayor economía de Europa planea generar anualmente hasta 10 gigavatios de electricidad a partir del viento.
El número de nuevos proyectos aprobados en el sector de la energía eólica en el país igualmente tiende al alza, con una producción total de 5,2 GW en los últimos nueve meses, la más alta jamás registrada.
Mientras tanto, el plan climático de Francia forma parte de una estrategia ecosistémica para crear valor económico y acabar con la dependencia de los combustibles fósiles. Se calcula que requerirá 120.000 millones de euros al año.
Promotor de la descarbonización de la economía, el Gobierno galo pretende trabajar con representantes de industrias contaminantes como las de acero, cemento y la química para encontrar fórmulas de reducción de emisiones. También peinará su territorio en busca de reservas naturales de hidrógeno, una materia fundamental en su transición a las energías limpias.
Paralelamente, París evalúa la posibilidad de establecer por lo menos un sitio de captura de carbono en el territorio nacional para reducir la dependencia del exterior. La labor, consistente en la separación del dióxido de carbono del aire y el almacenamiento de ese compuesto, juega un rol cada vez más apreciado en los esfuerzos por frenar el calentamiento global.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se comprometió a triplicar en los próximos cuatro años la capacidad de las bombas de calor, las cuales, confió, sean una perfecta alternativa a los sistemas de calefacción tradicionales por su menor consumo de combustibles y bajo volumen de emisiones. Por otro lado, el país planea destinar 700 millones de euros a la construcción de 13 líneas de metro en sus suburbios y zonas urbanas para alentar a su gente a elegir los medios de transporte de bajas emisiones en lugar del coche privado.
En septiembre último, los legisladores europeos dieron su aprobación definitiva a los objetivos legalmente vinculantes para expandir más rápido el sector de las energías renovables en esta década, una parte clave de los planes del Viejo Continente para destetarse de los combustibles fósiles.
Europa ha elevado del 32 al 42,5 por ciento su anhelada cuota de recursos renovables en su mix energético para 2030. En estos esfuerzos por configurar el proceso de transición energética, Alemania y Francia han proclamado la decisión de cooperar estrechamente para reafirmar su liderazgo en la materia.