Una cuestión candente en el cambio climático

Las naciones ricas incumplieron su compromiso de aportar 100 mil millones de dólares para ayudar a los países más pobres a hacer frente al cambio climático, según declaró la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Esto ha afectado de modo significativo los esfuerzos globales contra el fenómeno, que golpea duro a los territorios pobres, mientras se culpa en mayor parte a las operaciones industriales de los países desarrollados.

El calor en Venecia, Italia, el 16 de julio. (Fotografía: Reuters)
El calor en Venecia, Italia, el 16 de julio. (Fotografía: Reuters)

En 2009, los países desarrollados prometieron que en 2020 transferirían 100 mil millones de dólares al año a los Estados vulnerables a los desastres naturales y las alteraciones cada vez más graves del clima. Sin embargo, solo aportaron 83 mil 300 millones de dólares en 2020, 16 mil 700 millones por debajo del objetivo, señaló la OCDE. Los mismos han admitido que la meta no se cumpliría hasta 2023.

Tales cifras fueron reveladas en vísperas de la 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, a celebrarse en noviembre próximo, en la cual se instarán a los Estados a acelerar la reducción de las emisiones de CO2. De momento, la temperatura de la Tierra ya está a 1,2 grados centígrados por encima del período preindustrial, resultando en frecuentes olas de calor intenso e incendios forestales como los recién reportados en Estados Unidos y Europa.

De acuerdo con el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, sellado en 2015, las partes se proponen accionar para limitar el calentamiento global por debajo de dos grados centígrados y hasta 1,5 si es posible. Han sido llevadas a cabo varias investigaciones y las prácticas reales han demostrado que el planeta vive cada vez más fenómenos meteorológicos extremos, un enorme reto para el objetivo.

Las finanzas constituyen una de las condiciones necesarias, incluso la clave a la solución de los problemas relativos al cambio climático. Aun así, se han convertido en una cuestión candente durante las negociaciones. Las economías en vías de desarrollo anunciaron que es imposible controlar la contaminación sin el respaldo de las desarrolladas, originalmente responsables de la mayoría de las emisiones de CO2 causantes del calentamiento global.

Con la firma del Acuerdo de París se reconoció que los países ricos deben dar mayores y más rápidos pasos para bajar dichas emanaciones y ofrecer apoyo financiero a las naciones pobres a fin de reducir su dependencia de los combustibles fósiles. Al respecto, las Naciones Unidas llamaron a las potencias en la OCDE a eliminar gradualmente el uso de esos carburantes.

Según expertos, los países ricos, precisamente los 19 cuyo Producto Interno Bruto per cápita supera los 50 mil dólares (excluidos los ingresos por el sector), deben abandonar la producción de petróleo y gas antes de 2034 para limitar el aumento de la temperatura mundial en 1,5 grados centígrados. Los Estados con menos recursos tienen de plazo hasta 2050, pues necesitan encontrar sustitutos a los combustibles fósiles.

La programación se basa en el hecho de que la producción de los combustibles fósiles de algunos países pobres, a pesar de representar una diminuta parte de la mundial, es su principal fuente de ganancias. Acelerar la erradicación de esta podría amenazar su estabilidad política.

En años recientes, los 27 países de la Unión Europea (UE) han sido el mayor financiador de la lucha contra el cambio climático. En un contexto marcado por la sequía, que conlleva malas cosechas, así como por la subida del nivel del mar y las oleadas de calor letal, los territorios más pobres del planeta vienen pidiendo compensación por las pérdidas provocadas por ese flagelo. No obstante, Estados Unidos, la UE y otros principales países contaminantes se oponen a las medidas que pueden comportar una indemnización monetaria.

Frente a la alarma mundial sobre la urgencia de enfrentar el cambio climático, las dificultades financieras y en el despliegue de planes de acción obstaculizan los objetivos trazados. En una evaluación de la capacidad nacional de gestión de crisis, especialistas concluyeron que la mayoría de los países no están preparados para esa lucha. Solo una buena parte de los desarrollados están listos gracias a una sistemática gobernanza, el poder adquisitivo de la población e infraestructuras de calidad.

Aun así, las pasadas olas de calor extremo en Europa evidencian que incluso los más adinerados deben tener en cuenta el fenómeno al decidir cualquier negocio y labor de gobernanza en el futuro. Entre tanto, necesitan su asistencia los menos desarrollados, clasificados al grupo vulnerable por carecer de medidas de protección.