Latinoamérica y Caribe ya produce suficientes alimentos para unos mil 300 millones de personas, o sea, satisface la demanda del 16,6 por ciento de la población mundial. Según estima la FAO, para mantener su contribución a la seguridad alimentaria del planeta, la región debe ser capaz de alimentar a otros 300 millones en los próximos 28 años. Es una gran responsabilidad para los aproximadamente 22 millones de agricultores y pescadores allí, en su mayoría pequeños y medianos productores familiares.
Con la participación de ministros de Agricultura de los 33 Estados latinoamericanos y caribeños, la conferencia, desarrollada en Quito, la capital ecuatoriana, abordó temas tan candentes como la seguridad alimentaria, el impacto del cambio climático y la pandemia de Covid-19. El Marco Estratégico 2023-2031 de la FAO en la región también fue decidido en el simposio.
El objetivo principal de la cita consistía en instaurar sistemas agroalimentarios más eficientes, inclusivos y sostenibles considerando que el mundo enfrenta enormes retos a la hora de garantizar la seguridad alimentaria. La crisis en Ucrania amenaza con malograr los esfuerzos por mantener el suministro de comida a centenares de millones de personas vulnerables en el planeta.
Las consecuencias de la situación en el país eslavo sobre las fuentes y los precios de alimentos globales han agudizado aún más la presión sobre América Latina y el Caribe. De acuerdo con el director general de la FAO, la región encara una situación complicada a causa de la recuperación económica más débil de lo esperado.
Datos del mismo organismo de las Naciones Unidas revelan que de una población de 650 millones en 2020, 267 millones de personas en Latinoamérica y Caribe vivían en situación de inseguridad alimentaria, un aumento de 60 millones en solo un año. Casi 60 millones sufren hambre crónica. La mitad de la población rural vive en la pobreza y una cuarta parte, en la pobreza extrema.
De ahí que la FAO subrayó la necesidad de transformar los sistemas agroalimentarios en la región para volverlos más efectivos, inclusivos, flexibles, sostenibles y concordantes con las condiciones y prioridades de cada Estado. Se prevé que la actual crisis no será la última y tanto la zona en cuestión como el resto del mundo deben tener visiones a largo plazo y determinar nuevas orientaciones de desarrollo para sus sistemas agroalimentarios.
Expertos comentaron que la clave de tal transformación es la innovación, desde la científica y tecnológica, la digitalización, hasta la institucional y en los sistemas de gobernanza. Sin cambios, los esfuerzos por fortalecer la seguridad alimentaria solo serán un parche en los actuales agujeros, en vez de evidenciar una plena disposición a responder las futuras crisis.