A sólo días de la Cumbre de la ONU sobre la Transformación de la Educación, que tuvo lugar el pasado 19 de este mes en Nueva York (Estados Unidos), Yasmine Sherif, directora del fondo de la ONU denominado La Educación no puede Esperar, declaró que en las zonas de crisis, los pequeños se ven privados de todo y, principalmente, del acceso a una educación de calidad.
El fondo estimó que 222 millones de niños en el mundo han visto su educación interrumpida por conflictos o desastres relacionados con el clima, incluidos casi 80 millones que nunca pisaron una escuela.
Desde Pakistán a Ucrania, o en vastas extensiones del África subsahariana, están haciendo mella en los más vulnerables: los menores sin acceso a la escuela. La falta de educación tiene consecuencias reales e inmediatas. Los denominados niños de la calle corren el grave peligro de enfrentar amenazas de violencia, trata de personas, reclutamiento de grupos armados o, en el caso de las niñas, el matrimonio forzado.
El aprendizaje de toda una generación de niños y niñas está en peligro. No es el momento de promesas vacías.
- Directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell-
La Organización Internacional del Trabajo criticó recientemente el aumento del trabajo infantil en África, en medio de un círculo vicioso de pobreza y violencia que se extiende por el llamado Continente negro. Verificó que de los 160 millones de niños en trabajo forzoso en todo el mundo, 92 millones se registran en África. La llegada de la pandemia de Covid-19, que provocó el cierre de escuelas, agrava la situación.
La desigualdad en la educación es cada vez más reveladora y descarrila los objetivos de universalización educativa global. Para poner de manifiesto esta diferencia, la ONU señaló que mientras algunos países europeos gastan 10.000 dólares al año en la educación de un niño, en las zonas de conflicto los niños sólo aspiran a recibir 150 dólares cada uno.
En el Reino Unido, el Instituto de Estudios Fiscales (IFS) advirtió sobre la desigualdad educativa que podría afectar a millones de niños de ese país europeo. En este sentido, los alumnos desfavorecidos comienzan la escuela más tarde que sus pares de familias más acomodadas, mientras el sistema educativo actual no ha sido capaz de cerrar esta brecha.
En algunas zonas de conflicto, las escuelas, que deberían haber sido un entorno saludable para aprender y desarrollar habilidades, han sido destruidas, mientras otras han sido convertidas en depósitos de armas.
Las estadísticas del Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) muestran que en la región de Oriente Medio y África del Norte se registra el mayor número de ataques verificados contra escuelas y hospitales desde 2005, con 22 ataques de este tipo registrados en los primeros seis meses de este año. Los pequeños que viven en las zonas de conflicto sufren el terror todos los días. En 2020, más de tres mil 900 niños resultaron fallecidos y mutilados a consecuencia de la estallido de artefactos explosivos.
Sherif indicó que la urgencia de la situación requiere muchos más compromisos financieros de los países. Desde 2016, este fondo ha recaudado más de mil millones de dólares para construir escuelas y comprar material educativo, así como proporcionar comidas diarias y ofrecer servicios sicológicos
Unicef también instó a los gobiernos a hacer nuevos esfuerzos e inversiones para volver a matricular y retener a todos los niños en la escuela, ampliar el acceso a clases de refuerzo y puesta al día, además de apoyar a los profesores y proporcionarles las herramientas que necesitan.
En cualquier crisis, los niños son vulnerables. Un ejemplo de ello es el cierre temporal de las escuelas a causa del Covid-19 junto con el aumento de la violencia contra los menores. Ha llegado el momento de que todo el mundo tome acciones más drásticas y sustantivas para brindar una educación de calidad a este grupo poblacional, como destacó la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell: “El aprendizaje de toda una generación de niños y niñas está en peligro. No es el momento de promesas vacías.”