Cuando se desatan incendios forestales, se liberan grandes cantidades de dióxido de carbono, lo que calienta aún más el planeta y, por lo tanto, aumenta los fenómenos climáticos extremos. Regiones como el Mediterráneo, el oeste de Estados Unidos y Australia han estado experimentando esta combinación mortal.
Según el informe sobre el cambio climático de Climate Central, alrededor de cuatro mil millones de personas, casi la mitad de la población mundial, han experimentado al menos 30 días de calor extremo. En más de 195 países y territorios, el número de días de calor extremo se ha duplicado. Las consecuencias del calentamiento global, además de los impactos ambientales, también causan perturbaciones económicas, migraciones y una gran presión sobre los sistemas sanitarios.
Para resolver el problema climático, la comunidad internacional lleva tiempo pidiendo a cada país que haga esfuerzos y que coopere tanto a nivel regional como global. De esta concienciación nació el concepto de "diplomacia climática", que comenzó a utilizarse más ampliamente tras la firma en 1992 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Tanto en el ámbito bilateral como multilateral, la respuesta al cambio climático se está convirtiendo cada vez más en un área destacada de cooperación.
Maldivas es quizá uno de los países con historias más interesantes, ya que ha demostrado que los países más pequeños pueden convertir su "debilidad geográfica" en "capital diplomático" que les permita participar en la definición de agendas multilaterales y aumentar su posición a nivel mundial. Con el 80 por ciento de su superficie a menos de un metro sobre el nivel del mar, en primera línea de la crisis climática y con el riesgo de quedar sumergido, este “paraíso turístico asiático” lleva tiempo priorizando la “diplomacia climática” en su política exterior.
Desde finales de la década de 1980, cuando empezó a notar marcadamente el impacto del cambio climático, Maldivas declaró que la vida de su población dependía de factores naturales, y urgió a la ONU a atender la petición de acción inmediata de los pequeños Estados insulares. Con el clima como eje central de su política exterior, Maldivas ha contribuido continuamente a las negociaciones climáticas globales, atrayendo así el apoyo de socios importantes y fortaleciendo su reputación internacional.
Otros países también han recurrido a la “diplomacia climática” para promover la cooperación bilateral y contribuir a los esfuerzos globales. Por ejemplo, Turquía ha ayudado a Grecia a combatir los incendios forestales. Canadá y Estados Unidos comparten recursos con países que luchan contra incendios cada vez más incontrolables.
A nivel multilateral, programas importantes de la ONU, como la iniciativa para la reducción de emisiones derivadas de la deforestación y la degradación forestal o la Red de Incendios Forestales de la Oficina para la Reducción del Riesgo de Desastres, han sentado las bases para que los países desarrollen estrategias de prevención y reducción de riesgos. Además, el Mecanismo de Protección Civil de la Unión Europea facilita el despliegue rápido de aeronaves y bomberos en los Estados miembros.
Por su parte, organizaciones como el Grupo G20 o la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático promueven negociaciones sobre fondos climáticos, apoyo a zonas vulnerables y gestión sostenible del territorio.
Sin embargo, los desafíos geopolíticos y las cargas económicas actuales están dificultando la diplomacia climática. De hecho, la mitigación del cambio climático corre el riesgo de quedar relegada a un segundo plano en muchas regiones ya sumidas en la inestabilidad. Mientras los países siguen sopesando los pros y los contras, se pronostican veranos más calurosos, secos y peligrosos.
En este contexto, la comunidad internacional insta a no descuidar la diplomacia climática. Entre las soluciones que se pondrán de relieve en el futuro, se encuentran utilizar los fondos existentes de forma más eficiente para apoyar a los países en desarrollo vulnerables, fomentar la cooperación regional para establecer mecanismos formales a largo plazo e impulsar el uso de la inteligencia artificial. Además, es importante seguir cambiando la percepción que muchos ciudadanos tienen de la naturaleza, ya que todavía la consideran un ámbito separado de la vida.