Con motivo del 50 aniversario de la reunificación de la patria, en una entrevista concedida a la VNA en La Habana, el corresponsal de guerra cubano Luis Arce, quien tuvo el honor de presenciar los primeros momentos de aquella gloriosa victoria, afirmó que el acontecimiento es considerado uno de los grandes hitos de la historia contemporánea, cuya importancia trasciende la dimensión espacio-tiempo, porque el 30 de abril de 1975 quedó enfáticamente demostrado que los imperios no son tan poderosos por muy armados que estén, por alta que sea su tecnología militar y fuerte su influencia internacional.
Esa victoria militar de un pueblo eminentemente campesino y rasgos aún feudales en el siglo XX, contrasta con el enorme peso de la derrota del imperio más poderoso del mundo, porque no solamente fue quebrada la prepotencia imperial, sino que prevaleció la historia y la cultura de un pueblo milenario que nada ni nadie puede doblegar, aseveró.
“Para mí es un gusto hablar de una hazaña gloriosa que ocurrió hace 50 años y perdurará por todos los tiempos, como lo es la reunificación de la patria, el gran sueño del presidente Ho Chi Minh y, aunque en vida no logró disfrutar ese gran momento, sabemos que siempre tuvo la certeza, hasta el último minuto de su vida, de que este se haría realidad por la valentía del pueblo vietnamita y su cultura milenaria que hace tan grande a esa nación multiétnica.”, expresó.
El pensamiento político y estratégico de Ho Chi Minh era abarcador y de una proyección extraordinaria que solo la pueden tener grandes hombres como él, al extremo de vaticinar desde muy temprano el futuro glorioso de la nación, cuando proclamó que el pueblo ganaría la batalla al usurpador extranjero y construiría un país diez veces más hermoso, señaló el veterano. Aunque su frase está llena de un romanticismo revolucionario y de amor a la patria, trascendió esos sentimientos porque ella misma expresaba la firme determinación de vencer y lograr la reunificación nacional, añadió Arce.
“Este último proceso lo viví en Saigón cuando vi llorar de alegría a familiares que hacía dos, tres o incluso cuatro décadas no se veían personalmente. Fueron momentos de una emoción indescriptible que rompió todos los estereotipos y demostró que, lejos de lo que decía de forma mentirosa la prensa de Estados Unidos de que se trataba de dos naciones diferentes, Vietnam fue en todo el tiempo de la ocupación estadounidense un solo e indivisible país, como había insistido el Tío Ho.”, rememoró.
Según Arce, la gran unidad nacional fue la clave de la victoria hace 50 años, pero lo sigue siendo en las nuevas batallas que desde el 30 de abril de 1975 se siguen librando, esta vez por alcanzar un desarrollo socioeconómico impresionante, con la construcción de una base industrial, científica y técnica propia del primer mundo, que sitúa a Vietnam en la escala internacional, en los primeros puestos en el nivel de bienestar social y de satisfacción de las necesidades terrenales y espirituales de las personas.
Las guerras, dijo, en especial las de agresión brutal como las que sufrió Vietnam desde inicios del siglo pasado, hasta su último tercio, no solamente abren heridas muy difíciles de cicatrizar, sino también dejan muchas enseñanzas que ayudan en alguna medida a mirar con otras perspectivas los nuevos tiempos.
Vietnam hace ya medio siglo que está en esos otros tiempos, y en un lapso tan breve en relación con esa dimensión temporal, ha logrado una victoria económica e institucional en todos los ámbitos del saber y de la creación porque ha venido aplicando lo que algunos teóricos denominan la historización del tiempo, admiró.
Es decir, el país, su gente, sus dirigentes, que son el sujeto activo de cualquier proceso social, no se han apartado de la ruta de los principios permanentes que integran lo que se llama los sentimientos nacionales de los pueblos, agregó.
La modernidad ha dejado a un lado aquella emblemática figura de la mujer vietnamita con sus pantalones largos negros, su blusa ceñida al cuerpo, su sombrero cónico que dejaba al aire un pelo negro como cola de caballo, o al niño montado en el lomo de un búfalo pastoreándolo, o al soldado fusil al hombro afincado sus pies a la tierra sagrada con las zapatillas de caucho que Ho Chi Minh consagró como parte de la identidad nacional, pero esos atributos –que quizás ya no adornen la silueta femenina ni la del soldado- se llevan en el alma y en el corazón y hacen del vietnamita lo que es, al igual que Ho Chi Minh fue y será siempre Nguyen Ai Quoc (El Patriota), señaló.
Vietnam no guardó resquemores de los efectos de la guerra y promovió los factores de la paz para salir del estancamiento económico y situarse muy alto en la pirámide del bienestar de la persona y la satisfacción de sus necesidades básicas, comentó.
La nación indochina y su pueblo tienen el prestigio y la moral que da resurgir de las cenizas de la guerra como el ave Fénix, para decirle al mundo que la integración global es el camino al desarrollo, que la competencia económica no debe ser un ámbito de agresión sino un instrumento de cooperación para garantizar la paz universal y el bienestar del ser humano, manifestó.