El periodista israelí Danny Kushmaro eligió Son Doong, la caverna natural más grande del mundo, por poner a prueba los límites físicos, mentales y de coraje del ser humano en condiciones extremas.
Kushmaro y su equipo atravesaron caminos fangosos, afiladas formaciones rocosas y estrechas grietas húmedas y resbaladizas, donde cada paso implicaba un riesgo. En cierto momento, él resbaló y cayó en la oscuridad total, donde la señal de comunicación estaba completamente cortada. El ambiente sofocante, la falta de oxígeno y el frío penetrante hicieron que el viaje fuera tenso y asfixiante.
Pero, peligros aparte, el espectacular paisaje del interior de la cueva dejó al público sin aliento: la luz atraviesa “enorme tragaluz” e ilumina las brillantes formaciones de estalactitas; el bosque crece en el medio de la gruta como en un cuento de hadas y el río subterráneo serpentea al pie de la empinada montaña rocosa. Todo parece un planeta oculto en las profundidades de la Tierra.
Para Kushmaro, este no fue solo un desafío físico, sino también un viaje a lo más profundo de la mente humana, donde uno debe enfrentarse al miedo, a la soledad y a la delgada línea entre la seguridad y el peligro. En ese lugar el periodista percibió con mayor claridad la relación frágil, pero sagrada, entre el ser humano y la naturaleza.
El programa capturó imágenes auténticas y transmitió un mensaje profundo: el ser humano puede estar limitado físicamente, en el espacio o en el tiempo, pero el deseo de explorar y conquistar esos límites sigue siendo intenso y persistente.