Oreste Margarito Carral Delgado, hoy un vigoroso septuagenario, recuerda cada detalle como si fuera ayer: “Eran vacas Holstein Frisian, las reinas de la producción lechera. Las cuidábamos como a tesoros nacionales, porque serían la semilla para reconstruir un país hermano”.
La travesía se convirtió en una auténtica odisea. Durante 89 días, el singular cargamento viviente sorteó tormentas en el Atlántico, navegó por el canal de Suez y resistió el sofocante calor del Mar Rojo antes de remontar el río Saigón.
“Fue la travesía más larga de mi vida. Las olas alcanzaban el tamaño de edificios -rememora Oreste con viveza-. Hasta los marineros más experimentados sufrían mareos, pero esas vacas aguantaron como campeonas. Aún hoy conservo cierta aprensión por navegar, pero fue una experiencia inolvidable”.
El dato que más enorgullece al veterano especialista: apenas una baja durante todo el viaje. “Era un ejercicio de logística de precisión -explica-: desde la alimentación y ventilación hasta los controles sanitarios... ¡incluso aplicábamos cierta 'psicología bovina'!”, bromea con una sonrisa.
Las vacas llegaron en óptimas condiciones. El rebaño fue instalado en las tierras altas cercanas a Camboya, donde el clima fresco (18 grados centígrados) y los pastizales exuberantes demostraron ser el hábitat perfecto para esta raza de origen holandés. “Durante quince días realizamos análisis exhaustivos en la granja y capacitamos al personal local. Los resultados superaron todas las expectativas: alcanzaron una producción de 21 litros diarios por vaca”, relató con orgullo.
Los tres meses que Oreste dedicó a recorrer Vietnam le dejaron imágenes imborrables. Visitó numerosas granjas de norte a sur, contribuyendo al fortalecimiento de la incipiente industria ganadera vietnamita.
El veterano especialista se emociona al evocar las palabras de Fidel Castro: “Por Vietnam, Cuba está dispuesta a dar hasta su propia sangre”. Hoy, cuando Cuba enfrenta sus propios desafíos, Oreste observa conmovido cómo se invierten los papeles: “Ahora son los barcos vietnamitas los que llegan cargados de arroz. Así se manifiesta la verdadera hermandad: dando lo que se tiene cuando más se necesita”.
En su modesto hogar frente a la granja Niña Bonita, Oreste atesora como reliquia los recuerdos de aquella misión especial. Al cumplirse 50 años de la Reunificación de Vietnam, aquellas vacas cubanas siguen simbolizando los profundos lazos entre ambos pueblos.
“Ver el desarrollo actual de Vietnam me conmueve profundamente. Aquel gesto se convirtió en un legado perdurable. Nos enorgullece ser hermanos de Vietnam y les deseamos muchos más éxitos en su camino”, concluye Carral Delgado, cuyo nombre quedó unido para siempre a este singular capítulo de la cooperación bilateral.