En realidad, se trata de una sesión periódica de inspección y mantenimiento del sistema de rociado de agua y fuego del Puente del Dragón. Dicha actividad se realiza en la cabeza de la criatura.
El acceso al área, separada a unos 10 metros de la tierra, se realiza a través de una escalera colgante. La altitud, suficiente para hacer resbalar a los pies, y el balanceo de la escalera entre el inmenso espacio ventoso del río Han, fácilmente inquietan a quien asciende.
Fuera de lo que la mayoría puede imaginarse, en el área de la cabeza del dragón caben dos pisos pequeños en los que un equipo de seis técnicos puede hacer sus tareas a la misma vez.
Hoang Ngoc Thien, empleado de la Sociedad Anónima de Puentes y Vías de Da Nang, compartió: “Chequeamos el sistema cada semana antes de celebrarse las actuaciones. Revisamos la válvula del tanque de aceite para detectar fugas, el funcionamiento del motor y el relé del sistema eléctrico”.
En el piso de abajo se instalan el sistema eléctrico, el motor de lanzallamas y el tanque de aceite. En el de arriba se hallan mangueras rociadoras y los sistemas de operación de pulverización y protección contra incendios. El equipo técnico de la empresa gestora de los puentes locales lleva años dedicándose a esta labor, incluso se podría decir que conoce cada tornillo. Lo hace con tanta competencia y suavidad que sus aportes, silenciosos, rara vez se mencionan.
Nguyen Nhu Anh Tuan, empleado de la Sociedad Anónima de Puentes y Vías de Da Nang, recordó: “Cuando empecé a acometer la tarea, tenía mucho miedo por la altitud, el viento e incluso porque de vez en cuando llueve y hay tormentas. Es muy peligroso. Pero con el paso del tiempo, mis compañeros y yo nos vamos acostumbrando y ahora todo sale bien”.
Detrás de una obra de carácter emblemático, singular, impresionante, vívido e imponente, se esconden muchos equipos de operación y el esmero de sus cuidadores. Y, estimados espectadores, tal y como se lo prometemos, el dragón escupe fuego en plena luz del día.