Aniversario del natalicio del Presidente Ho Chi Minh: Vietnam materializando visión de un país 'más digno y hermoso'

En el marco del 135 aniversario del natalicio del Presidente Ho Chi Minh (19 de mayo de 1890), el economista Martín Rama, exfuncionario sénior del Banco Mundial (BM), compartió con la Agencia Vietnamita de Noticias (VNA) sus perspectivas sobre cómo Vietnam está convirtiendo en realidad la visión de progreso del líder revolucionario.
El economista Martín Rama, exfuncionario sénior del Banco Mundial. (Fotografía: VNA)
El economista Martín Rama, exfuncionario sénior del Banco Mundial. (Fotografía: VNA)

Con una trayectoria que incluye cargos como Economista Jefe para América Latina y el Caribe (2019-2021) y para Asia del Sur (2013-2018) del BM, además de su rol clave como Economista Principal para Vietnam (2002-2010), Rama califica la transformación vietnamita como “uno de los casos de éxito más notables del desarrollo económico moderno”.

VNA: Como experto económico que ha trabajado en múltiples países, ¿cuáles cree que son los logros económicos más destacados de Vietnam en su camino para materializar la visión del Presidente Ho Chi Minh de convertirlo en un país “10 veces más hermoso”?

Martín Rama: No tengo dudas que la historia reciente de Vietnam es una de las experiencias más exitosas de desarrollo económico en el mundo. Tanto es así que confío en que dentro de algunos años los economistas de las nuevas generaciones estudien esta experiencia con la misma admiración que hoy sentimos por los Tigres Asiáticos, o por los países Nórdicos.

Los indicadores típicamente utilizados por los economistas muestran que la velocidad del desarrollo de Vietnam ha sido extraordinaria. En menos de dos generaciones, pasó de ser uno de los países más pobres del mundo a tener un nivel de ingreso medio. Y su tasa de crecimiento económico actual es de las más altas del mundo, lo que vuelve posible que en una generación más Vietnam entre al grupo exclusivo de los países ricos.

Los indicadores económicos pueden parecer fríos y ser difíciles de entender. Pero la vida cotidiana de los vietnamitas ha mejorado enormemente, de una manera que debería ser perceptible para todos. Cuando el Banco Mundial midió por primera vez el consumo de las familias en Vietnam usando criterios internacionales, alrededor del 90 por ciento de la población estaba por debajo de la línea de pobreza. Hoy, con el mismo criterio, la tasa de pobreza de Vietnam es mínima. El cambio también se siente en los niveles de educación de los jóvenes, en la mayor calidad de los servicios de salud, o en el mejoramiento de las viviendas. Hoy, la mayor parte de la población de Vietnam puede aspirar a una vida de clase media. Las familias compran autos, salen de vacaciones, envían a sus hijos a la universidad… Todo esto habría sido impensable en los tiempos de la lucha por la independencia.

En resumen, no sé si Vietnam puede ser 10 veces más hermoso, como anhelaba el presidente Ho Chi Minh, porque siempre fue un país muy bello. Pero es claro que se ha vuelto muchísimo más próspero.

Personalmente me siento muy orgulloso de haber podido ayudar en ese proceso. Los ocho años en que lideré el programa económico del Banco Mundial en Vietnam, viviendo en Hanói, fueron los mejores de mi carrera profesional. Durante esos años tuve el honor de trabajar muy de cerca con el gobierno en reformas fundamentales, como la modernización de las finanzas públicas, el acceso de Vietnam a la Organización Mundial del Comercio, la transformación del sector financiero, o la introducción de la primera ley de seguridad social del país. De algún modo, haber contribuido a esa epopeya, aunque sólo sea un poco, le dio sentido a mi vida.

VNA: ¿Qué distingue el modelo de desarrollo de Vietnam de otros países de la región?

Martín Rama: La experiencia de Vietnam tiene semejanzas importantes con las de Corea y otros Tigres Asiáticos. En todos estos casos, hubo una transformación de la estructura de la economía, pasando gradualmente de la producción agrícola a la manufactura de bienes relativamente simples y finalmente a la especialización en sectores más complejos y con mayor valor agregado.

En el caso de Vietnam, además, este cambio estructural fue especialmente rápido. Vietnam era una economía básicamente cerrada al mundo en los años 1980. Para los años 2000 se había vuelto uno de los mayores exportadores de productos agrícolas como el arroz o el café, y de vestimenta y calzado para las cadenas comerciales de los países desarrollados. Hoy, una parte muy importante de las exportaciones de Vietnam está representada por productos de tecnología avanzada, desde tablets hasta software.

Pero también hay matices importantes con respecto a la experiencia de la región. Porque a diferencia de países como Corea del Sur, Vietnam era una economía centralmente planificada cuando empezó su desarrollo económico acelerado. Y la transición de una economía planificada a una de mercado plantea desafíos muy complejos, desafíos que Vietnam resolvió muy bien.

Por ejemplo, Vietnam fue muy estratégico en concentrar sus esfuerzos en las áreas más importantes en cada etapa. Al principio de la transición, la clave fue distribuir la tierra agrícola colectiva a las familias rurales, de la manera más equitativa posible. A diferencia de otras economías en transición, las familias recibieron muy rápido el derecho a vender, alquilar o hipotecar su propiedad, lo que creó fuertes incentivos para mejorar la eficiencia en el uso de la tierra.

Vietnam fue también original en la manera en que apoyó la transformación de sus empresas públicas. En otras economías en transición, la solución elegida fue privatizarlas rápidamente. Pero las autoridades vietnamitas entendieron la dificultad de encontrar el precio apropiado. En una época en que el país todavía era muy pobre, las pocas familias con los recursos necesarios para comprar las empresas en venta habrían realizado una ganancia desproporcionada, creado así una nueva clase de oligarcas. Y eso habría sido socialmente peligroso.

Por eso, Vietnam prefirió primero poner a las empresas públicas a competir en sus mercados, al tiempo que facilitaba la emergencia de un sector privado vibrante. Y también le dio prioridad a ayudar a los trabajadores que casi con seguridad iban a perder su empleo a medida que las empresas públicas aumentaban su productividad. De este modo, a diferencia de otras economías en transición, la producción de bienes y servicios no colapsó, y tampoco hubo una crisis social.

Vietnam es también un país más abierto, social y culturalmente, que otros con una tradición de planificación centralizada. Las reformas del período de Doi Moi comenzaron con la afirmación clara que Vietnam era amigo de todos los países, incluso de las potencias con las que había tenido que luchar a lo largo de su historia para asegurar su independencia. Y ese espíritu de apertura ha resultado en un significativo acceso al internet, a los desplazamientos internacionales y a las actividades conjuntas con inversores e investigadores de otros países.

Como economista, siento enorme admiración por la manera en que Vietnam enfrentó estos problemas y buscó las mejores soluciones. Y le estoy para siempre agradecido a su excelencia Vo Van Kiet por haberme ayudado a entender cómo fue que ocurrió. Durante un año en torno a 2008, cada mes o dos meses, él y yo nos reunimos para largas conversaciones en las que él me contaba cómo líderes que no eran economistas de formación tuvieron la claridad para experimentar con nuevos enfoques, aprender de los errores, y crear nuevos consensos. Todo ello con un espíritu patriótico, como el del presidente Ho Chi Minh: tratando de convencer y no de derrotar, a los que pensaban de manera diferente.

VNA: Usted una vez observó que Hanói es una de las ciudades que “más rápido ha cambiado en el mundo” en los últimos 20 años. Según su opinión, ¿cómo puede Vietnam equilibrar el desarrollo económico con la preservación de sus valores culturales?

Martín Rama: El extraordinario desarrollo económico de Vietnam genera desafíos importantes para sus ciudades. Y especialmente para Hanói, una capital muy bella, con más de mil años de historia. Porque el desarrollo económico ocurre esencialmente a través de la expansión y la modernización de las ciudades. En las primeras etapas, la transformación de la agricultura es muy importante. Pero tarde o temprano es necesario que una fracción creciente de la población pueda vivir y trabajar en las ciudades, donde la productividad es mucho más alta, la capacidad de proveer servicios es mucho mayor, y la vida es más estimulante.

No es sorprendente entonces que, en apenas un par de generaciones, mientras el ingreso promedio de Vietnam pasaba de bajo a intermedio, las mayores ciudades del país hayan visto su población multiplicarse enormemente. Hanói es hoy quizás diez veces más grandes que durante el período de la planificación centralizada. Y ese crecimiento urbano está asociado con calles más anchas, autopistas de acceso, edificios más altos, y una mayor densidad de población. También con mayor congestión y mayor polución.

En la época del Presidente Ho Chi Minh, la personalidad de Hanói estaba asociada con sus lagos y sus calles arboladas, con sus templos y su arquitectura colonial, con sus viviendas “tubo” y sus mercados… El ritmo de vida era pausado, la gente se desplazaba en bicicleta, y privilegiaba el tiempo pasado en la compañía de familiares y amigos. Preservar esa atmósfera es muy difícil en una ciudad vibrante, donde millones de personas se desplazan todos los días, la actividad económica es intensa, y la productividad es prioritaria.

Sin embargo, pese a todas estas presiones y desafíos, Hanói ha sabido preservar su atmósfera, como lo atestigua el número creciente de turistas internacionales que la visitan y se enamoran de ella. Muchas ciudades de Asia del Este, donde el crecimiento económico ha sido muy rápido también, han perdido mucho de su encanto. Son ciudades de autopistas y centros comerciales. En muchos sentidos Hanói también se ha vuelto una ciudad más densa y agotadora. Pero ha conservado mucho de su personalidad.

VNA: Como autor de “Hà Nội - Một chốn rong chơi”, un libro que ganó el premio Bui Xuan Phai en 2014, y de “Vì tình yêu Hà Nội”, un libro sobre preservación del patrimonio y desarrollo urbano publicado en 2023, ¿qué piensa que podría hacer una ciudad como Hanói para no perder esa “armonía hermosa” que el Presidente Ho Chi Minh siempre anheló?

Martín Rama: La preservación del carácter de Hanói no ocurrió por accidente. Al comienzo de la transformación económica de Vietnam, cuando la capacidad del gobierno todavía era limitada, diferentes agencias de desarrollo ofrecieron ayuda en el diseño de planes para la modernización de la capital. Uno de esos planes proponía transformar el corazón histórico de la urbe en un distrito de edificios altos. Pero las autoridades comprendieron que en ese caso la personalidad de la ciudad no iba a sobrevivir. De allí la idea de empujar los desarrollos nuevos hacia el norte, en torno al lago del oeste, y hacia el sur, en la dirección de My Dinh, como efectivamente ocurrió.

Otras decisiones fueron igualmente significativas. En muchos países en desarrollo, el rechazo del pasado colonial se ha visto asociado a un rechazo de la cultura del país colonizador. Vietnam no cayó en esa trampa. Entendió perfectamente el valor patrimonial del legado urbanístico, arquitectónico y cultural dejado por Francia. Ese legado vuelve a ciudades como Hanói más ricas, más atractivas; no sólo para los turistas, sino para los empresarios, investigadores y artistas en los cuales se basa la prosperidad de las ciudades modernas.

También ha sido muy importante la capacidad de las autoridades para escuchar a la población. Por ejemplo, cuando la ciudad consideró suprimir alrededor de seis mil árboles para ampliar calles y volver el tránsito más fluido, hubo una reacción de preocupación , incluso de descontento, en las redes sociales. Las autoridades entendieron que los habitantes de Hanói preferían mantener el encanto de la ciudad a tener un tránsito vehicular mayor y más rápido. Y desde entonces es impresionante la cantidad de nuevos árboles que han sido plantados.

Obviamente que no todo es perfecto. Del mismo modo que la transición de una economía planificada a una de mercado plantea desafíos muy complejos, preservar la personalidad de ciudades en pleno boom es también difícil. Algunas áreas de tensión son evidentes. Por ejemplo, es importante pensar en cómo preservar la naturaleza social de las veredas, el lugar donde los habitantes de Hanói se encuentran para celebrar juntos sus amigos, sus amores, sus familias, y disfrutar de la extraordinaria cocina vietnamita. Si las veredas se volvieran sólo lugares de paso, fluidos y asépticos, la calidad de vida disminuiría.

También es importante pensar en cómo modernizar las habitaciones colectivas (los Khu tập thể - KTTs) sin dañar su carácter. Muchas de estos viejos edificios están en mal estado, pero su arquitectura modernista, con largos balcones, amplias escaleras, y muy buenos espacios comunes, es parte del patrimonio urbano de Hanói. Y con frecuencia sus habitantes constituyen comunidades armoniosas, donde los vecinos se conocen y los niños juegan juntos. Si los KTTs fueran simplemente demolidos y reemplazados por edificios nuevos, con sus habitantes conectados por ascensores y garajes en vez de patios y balcones, la ciudad perdería parte de su personalidad.

Como en el caso de la transición de una economía planificada a una de mercado, no hay soluciones obvias a estos problemas. Pero lo que me ha motivado enormemente en estos últimos años, ha sido ayudar a buscarlas. Lo he hecho a través de libros sobre Hanói, artículos de prensa, campañas para salvar obras patrimoniales en peligro, interacción con las autoridades de la ciudad, e iniciativas filantrópicas. Y el hacerlo, sintiendo que contribuyo a la “armonía hermosa” de la que hablaba el Presidente Ho Chi Minh, también le ha dado sentido a mi vida.

VNA: ¡Muchas gracias!

VNA