A continuación, el periódico Nhan Dan (Pueblo) les presenta el texto íntegro del artículo:
¡Vietnam es uno, el pueblo vietnamita es uno!
To Lam, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de Vietnam
El momento en que la bandera de liberación ondeó sobre el tejado del Palacio de la Independencia al mediodía del 30 de abril de 1975 pasó a la historia del pueblo vietnamita como un acontecimiento trascendental. Ese día, el Sur fue completamente liberado, el país fue reunificado, las montañas y ríos se convergieron en uno. Se trata no sólo de una gloriosa victoria del pueblo vietnamita en la difícil y ardua guerra de resistencia contra el imperialismo estadounidense para la salvaguarda nacional, sino también un simbolismo brillante del heroísmo revolucionario, la voluntad de independencia, la autodeterminación y la fuerza de la gran unidad nacional.
La aspiración a un Vietnam pacífico, unificado, independiente y libre es la llama sagrada que ha alimentado el nacionalismo durante miles de años. Desde que los Reyes Hung fundaron el país hasta la fecha, a través de las resistencias contra invasores extranjeros para defender el país y sus fronteras, el patriotismo y el nacionalismo siempre han sido el hilo conductor a lo largo de la historia. Bajo el liderazgo del Partido y el Tío Ho (Presidente Ho Chi Minh), esa aspiración siempre ha sido una fuerza espiritual incomparable, que estimula a todos los estratos populares, todos como uno, a aunar esfuerzos y superar todos los desafíos para recuperar la independencia en 1945, expulsar a los colonialistas en 1954 y reunificar el país en 1975.
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El Grupo de Fuerzas Especiales Navales 126 liberó la isla de Sinh Ton en el archipiélago de Truong Sa, el 28 de abril de 1975. (Foto: VNA) |
La victoria del pueblo heroico
La victoria del 30 de abril de 1975 no sólo marcó el final de la guerra más larga y feroz en la historia contemporánea de Vietnam, sino que también fue un hito brillante en el camino de construcción y salvaguarda nacional del pueblo vietnamita. Es el triunfo de la fe, del deseo de independencia, libertad y unidad nacional; de la fuerza de la gran unidad nacional bajo el sabio liderazgo del Partido Comunista de Vietnam; de la verdad “No hay nada más precioso que la independencia y la libertad” y del patriotismo ardiente, la combatividad y la indomabilidad inquebrantable del pueblo vietnamita, así como las fuerzas progresistas y los pueblos amantes de la paz en el mundo.
La victoria del 30 de abril de 1975 constituye el fruto de la indomable determinación del pueblo vietnamita por un país reunificado, que no pueda ser dividido por ninguna potencia. El Presidente Ho Chi Minh, el eminente líder de la nación, acuñó la verdad inmortal: “¡Vietnam es uno, el pueblo vietnamita es uno! ¡Los ríos pueden secarse, las montañas pueden erosionarse, pero esa verdad nunca cambia!”
Las palabras del Tío Ho no sólo devienen una declaración sagrada de la soberanía e integridad territorial, sino también una antorcha que iluminó el camino y la inspiración que dio fuerza a todas las generaciones de vietnamitas durante los arduos y feroces años de guerra. La victoria del 30 de abril de 1975 es una prueba viviente de la veracidad de la época: “No hay nada más precioso que la independencia y la libertad”.
Ese acontecimiento no fue sólo una victoria militar, es también la cristalización de la inteligencia, el temple y el fuerte deseo por la paz perdurable y el derecho a la autodeterminación de una nación que había sido ocupada, segregada y oprimida. Como dijo el exsecretario general Le Duan, “esa victoria no pertenece a ningún individuo, sino a todo el pueblo vietnamita”. Y como escribió una vez el poeta To Huu: “Ningún dolor pertenece solo a nadie. Esta victoria pertenece a toda la humanidad”.
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Tanques del Ejército de Liberación ocupan el Palacio presidencial del gobierno títere en Saigón, al mediodía del 30 de abril de 1975. (Foto: VNA) |
La resonante victoria de la Primavera de 1975 también dejó una fuerte huella en la arena internacional, alentando profundamente al movimiento de liberación nacional en muchas regiones de Asia, África y América Latina; incentivando a los pueblos a levantarse contra el neocolonialismo y recuperar la libertad y la independencia. Es la conquista de la justicia sobre la hegemonía, una afirmación a la comunidad mundial de que: una nación, por pequeña que sea, seguramente vencerá a potencias muchas veces más fuertes si tiene una causa justa, solidaridad y firme determinación, así como el apoyo y la ayuda pura de los amigos internacionales, las fuerzas progresistas y los pueblos amantes de la paz en el mundo. Voluntad y aspiración a la reunificación nacional
Durante tres décadas de guerra de resistencia contra el colonialismo y el imperialismo (1945-1975), el pueblo vietnamita tuvo que enfrentar innumerables dificultades, sacrificios y pérdidas, pero nunca flaqueó su voluntad de un Vietnam independiente y unido.
En su llamamiento en el Día Nacional, el 2 de septiembre de 1955, el Tío Ho afirmó: “Vietnam definitivamente será unificado, porque nuestro país es un todo que nadie puede dividir”. En una carta dirigida a todo el pueblo en 1956, el líder escribió: “La reunificación nacional es el camino vital de nuestro pueblo”. Cuando la guerra se encontraba en su etapa más feroz e intensa, el 17 de julio de 1966, declaró con firmeza: “La guerra podría durar cinco, 10, 20 años o incluso más. Hanoi, Hai Phong y varias ciudades y fábricas podrían quedar destruidas. ¡Pero el pueblo vietnamita no temerá! No hay nada más precioso que la independencia y la libertad. Cuando llegue el día de la victoria, nuestro pueblo reconstruirá nuestro país para que sea más decente y hermoso”. Y, de hecho, bajo el liderazgo del Presidente Ho Chi Minh y de nuestro Partido, Ejército y pueblo, Vietnam superó innumerables dificultades y derrotó gradualmente las estrategias de guerra modernas, con una fe inquebrantable en la fuerza de la causa justa y en el espíritu de independencia nacional.
La declaración del Presidente Ho Chi Minh “¡Vietnam es uno, el pueblo vietnamita es uno!” no es sólo una verdad, una orientación estratégica, sino también una orden del corazón de toda la nación. En medio de las llamas de la guerra, ese dicho se convirtió en una gran fuente de aliento que motivó a millones de vietnamitas a unirse al campo de batalla con la voluntad de “morir para que la Patria sobreviva”. Las palabras del Tío Ho fueron un llamado sagrado, un símbolo de determinación para superar todo el dolor y las dificultades para reconquistar la independencia y la libertad para la nación, la unidad para el país y la felicidad y la prosperidad para el pueblo.
Durante más de 30 años de resistencia y construcción nacional, millones de jóvenes valientes lucharon y sacrificaron sus vidas. Innumerables familias perdieron a sus seres queridos, pueblos y ciudades fueron destruidos, y generaciones de jóvenes tuvieron que dejar de lado sus sueños de estudio y sus ambiciones futuras para emprender en el camino por la salvaguarda de la Patria, con el compromiso de “no regresar hasta que el enemigo se haya ido”. Las madres despidieron a sus hijos y las esposas a sus maridos que partían a la guerra sin una promesa de regreso. Los niños crecieron bajo la lluvia de bombas y balas, aprendieron a leer y escribir en los búnkeres y comieron maíz, patatas y yuca en lugar de arroz. Numerosos soldados, jóvenes voluntarios y trabajadores de primera línea de combate cayeron en la franja de tierra en forma de la letra S de la Patria, comandos lucharon en el corazón del enemigo, milicianos y guerrilleros en los pantanos y aldeas, soldados de liberación cruzaron el río Ben Hai y las montañas de Truong Son... todos ellos llevaron dentro de sí una fuerte creencia: el pueblo vietnamita recuperará el control de su país, el Norte y el Sur definitivamente se reunirán en uno.
La victoria del 30 de abril de 1975 es la cristalización de los ideales y la voluntad de hierro de una nación que jamás aceptará la dominación extranjera, de la sangre y los huesos de millones de vietnamitas, del amor a la Patria y al país, del temple, la fe en la victoria y la determinación de nunca rendir.
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Los soldados del Ejército de Liberación escoltan al presidente Duong Van Minh y al primer ministro Vu Van Mau del régimen títere de Saigón a la emisora de radio para leer la declaración de rendición incondicional. (Foto: VNA) |
Ha transcurrido medio siglo desde la reunificación nacional, pero el eco de esa epopeya aún resuena en el alma del pueblo vietnamita. Con motivo de este trascendental acontecimiento, recordamos respetuosamente a nuestro querido Presidente Ho Chi Minh, un genio líder de nuestro Partido y pueblo, un gran maestro de la Revolución vietnamita, un héroe de la liberación nacional, una celebridad cultural mundial y un destacado soldado del movimiento comunista internacional, que sentó las bases ideológicas para la causa de la liberación y la reunificación nacional. Rendimos homenaje póstumo a los dirigentes predecesores del Partido, a los mártires heroicos, a los intelectuales, al pueblo y a los soldados de todo el país que lucharon y se sacrificaron heroicamente por ese noble ideal. Las generaciones vietnamitas de hoy y mañana recordarán por siempre sus grandes méritos y sacrificios por la independencia de la Patria, por la felicidad y la prosperidad del pueblo y por la longevidad y el desarrollo de la nación.
Expresamos nuestra profunda gratitud a los amigos internacionales – fuerzas progresistas, países socialistas hermanos, organizaciones humanitarias y pueblos amantes de la paz de todo el mundo – que han acompañado y ayudado a Vietnam durante los años de lucha de liberación nacional, así como en la causa de la reconstrucción y desarrollo del país posteriormente. Ese afecto y apoyo puro, sincero y desinteresado será apreciado, amado y grabado eternamente en el corazón del pueblo vietnamita.
Medio siglo de restauración, reconciliación y desarrollo
Durante el último siglo, el pueblo vietnamita ha atravesado páginas de historia épicas y dolorosas, sufriendo innumerables pérdidas bajo el yugo del colonialismo, el feudalismo y en especial, a través de dos guerras devastadoras que duraron más de tres décadas. La guerra no solo arrebató la vida de millones de personas, sino que también dejó profundas secuelas físicas, espirituales, socioeconómicas y ambientales, afectando incluso a las generaciones nacidas después del cese de los disparos. No hay ninguna parte en la tierra de Vietnam que no haya sufrido dolor; no hay ninguna familia que no haya soportado pérdidas y sacrificios, y hasta hoy seguimos enfrentando las consecuencias de la guerra, las minas y el agente naranja...
Pero el tiempo, la compasión y la tolerancia han ayudado a nuestro pueblo a superar poco a poco el dolor, sanar las heridas, dejar el pasado atrás, respetar las diferencias y mirar hacia el futuro. Después de 50 años de reunificación nacional, hemos adquirido la firmeza, confianza, orgullo y generosidad suficientes para superar juntos el dolor y mirar hacia adelante, para que la guerra pasada ya no sea un abismo que divida a los hijos de la misma sangre de Lac Hong.
En este camino de desarrollo, la política de reconciliación nacional siempre ha sido definida por el Partido y el Estado como una opción estratégica a largo plazo, un pilar fundamental en el bloque de gran unidad nacional. Entendemos claramente las causas históricas que llevaron a la guerra —desde la intervención y división externa hasta las conspiraciones para socavar el espíritu de unidad y sembrar el odio con fines políticos. Pero también entendemos que todos los vietnamitas, ya sea dentro del país o en el extranjero, independientemente de en qué lado de la historia se hayan encontrado, comparten una misma raíz, un mismo idioma y un mismo amor por su tierra natal y la nación.
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El secretario general y presidente To Lam con destacados vietnamitas en el extranjero que asistieron a la IV Conferencia Mundial de Vietnamitas en el Extranjero y al Foro de Intelectuales y Expertos Vietnamitas en el Exterior, en agosto de 2024. (Foto: VNA) |
En los últimos años, durante mis viajes de trabajo a casi todos los continentes, he tenido numerosas oportunidades de encontrarme con miles de compatriotas vietnamitas que viven en el extranjero: desde jóvenes intelectuales que forjan su carrera en Europa, América, Asia y Oceanía, hasta empresarios exitosos, artistas conocidos y trabajadores sencillos en las "nuevas tierras", incluidos muchos que en el pasado estaban en el "otro lado". Cada encuentro me ha dejado una profunda impresión: aunque puedan diferir en sus puntos de vista políticos, experiencias históricas o condiciones de vida, todos llevan en su corazón un profundo orgullo nacional, todos son "hijos de la tierra vietnamita" y comparten una nostalgia entrañable por una misma palabra: Patria.
He sido testigo de muchos encuentros conmovedores entre veteranos vietnamitas y estadounidenses —personas que estuvieron en lados opuestos en la guerra, empuñaron armas en enfrentamientos— que hoy son capaces de estrecharse las manos, conversar y compartir con una comprensión sincera y sin remordimientos. Hoy en día, Vietnam y Estados Unidos, de antiguos enemigos, se han convertido en socios estratégicos integrales, cooperando por la paz, por los intereses de sus pueblos y por la seguridad y estabilidad regionales. Por tanto, no hay razón alguna para que los vietnamitas —que comparten la misma sangre, son hijos de una misma madre, Au Co, y anhelan siempre una nación unificada y próspera— sigan cargando con el odio, la división y la separación en sus corazones.
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El embajador de Estados Unidos en Vietnam, Marc E. Knapper, ofrece incienso en las tumbas de los mártires en el Cementerio Nacional de Mártires de la Carretera 9, en Quang Tri. (Foto: VNA) |
La reconciliación nacional no significa olvidar la historia ni borrar las diferencias, sino aceptar las diversas perspectivas con espíritu de tolerancia y respeto, para juntos avanzar hacia un objetivo mayor: construir un Vietnam pacífico, unificado, fuerte, civilizado y próspero, para que las generaciones futuras nunca tengan que presenciar la guerra, la separación, el odio y las pérdidas que enfrentaron sus antepasados.
Confiamos en que todos los hijos de la tierra vietnamita —sin importar dónde vivan o cuál haya sido su pasado— pueden acompañarnos, unir esfuerzos y contribuir a construir un futuro brillante para nuestra nación. El Partido y el Estado siempre han sido coherentes en extender sus brazos, valorando todas las contribuciones y escuchando todas las voces constructivas y solidarias de la comunidad de vietnamitas en el extranjero, quienes están desempeñando un papel importante en la conexión de Vietnam con el mundo.
No podemos reescribir la historia, pero sí podemos replanificar el futuro. El pasado es para recordar, para rendir homenaje y para extraer lecciones. El futuro es para construir y desarrollar juntos. Esa es la promesa de honor de la generación actual a aquellos que cayeron, es el deseo común de un pueblo que ha atravesado muchos sufrimientos, pero que nunca se ha rendido.
Hace 50 años, el pueblo vietnamita escribió una gloriosa epopeya con su férrea voluntad y su firmeza inquebrantable – una sinfonía de voluntad, determinación, unidad y paz. Medio siglo después, ese mismo pueblo continúa escribiendo una nueva epopeya – la sinfonía de la renovación, la integración, el desarrollo y la firme voluntad de avanzar con fuerza en el siglo XXI.
En el pasado, ningún vietnamita genuino deseaba ver su país dividido. Hoy, con certeza, ningún vietnamita genuino dejaría de anhelar que su nación sea cada vez más poderosa, próspera y esté a la par de las grandes potencias del mundo.
Con la vista puesta en el futuro - legado, creación, renovación y progreso
Más que nadie, la generación de hoy entiende claramente que la independencia y la reunificación no son el objetivo final, sino el punto de partida para un nuevo viaje: el viaje de construir un Vietnam pacífico, próspero, civilizado, desarrollado y perdurable. Si las generaciones anteriores grabaron en su corazón la verdad de que "Vietnam es uno, el pueblo vietnamita es uno" con sacrificios y pérdidas, entonces la generación de hoy debe convertir ese ideal en un motor de desarrollo, en alas para ascender en la nueva era.
El espíritu de reunificación nacional, que alguna vez fue una fe y voluntad inquebrantables para superar las dificultades, los desafíos, la lluvia de bombas y balas, ahora debe convertirse en determinación política, en voluntad de renovación y en acciones concretas para proteger la independencia, la soberanía, la integridad territorial, desarrollar la economía y mejorar el nivel de vida material y espiritual de la población. Debemos hacer que cada vietnamita, sin importar dónde esté o qué haga, se sienta orgulloso de su país, confíe en el futuro y tenga la oportunidad de contribuir al desarrollo común.
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Los delegados vietnamitas en el extranjero forman una figura en medio del mar. (Foto: Vietnam+) |
En un contexto mundial de rápidos e imprevisibles cambios, Vietnam debe tener una sólida firmeza, estar alerta y no dejarse arrastrar por los vientos de las tormentas geopolíticas ni quedar en una posición pasiva frente a los conflictos internacionales. Cada giro en la historia del mundo puede convertirse en una gran oportunidad o un desafío para los países pequeños, dependiendo de su preparación interna. El pueblo vietnamita, más que nadie, comprende muy bien las consecuencias devastadoras de la guerra. Somos una nación amante de la paz, que nunca desea la guerra y hará todo lo posible para evitarla.
Sin embargo, si "el enemigo nos obliga a tomar las armas", seguiremos siendo los vencedores. Más que nunca, necesitamos construir una economía autosuficiente y resiliente; una defensa y seguridad nacional del pueblo integral y moderna; un sistema político racionalizado, eficiente y eficaz; y una sociedad desarrollada, unida, cultural y humana.
Para lograr esto, es imprescindible aprovechar la inteligencia y la fuerza de toda la nación, incluida la comunidad vietnamita en el extranjero – una parte inseparable del bloque de gran unidad nacional. En la era digital, la era de la conexión global, cada vietnamita en todos los rincones del mundo puede contribuir a la construcción del país con su conocimiento, creatividad, amor a la patria y responsabilidad ciudadana.
La nueva era hacia la que nos dirigimos – con tecnología de la inteligencia artificial, la transformación digital, la economía verde y el desarrollo sostenible – exige un nuevo pensamiento, un nuevo modelo de desarrollo y un nuevo hombre. Por delante, enfrentamos muchos desafíos en términos de institución, productividad laboral, calidad de recursos humanos, seguridad medioambiental, enfermedades, cambio climático y riesgos de seguridad no convencionales. Pero la historia ha demostrado que el pueblo vietnamita nunca ha retrocedido ante las dificultades, los desafíos y los obstáculos. La cuestión es si tenemos suficiente coraje para cambiar, suficiente voluntad para avanzar y suficiente unidad para transformar las dificultades en un motor de desarrollo.
La generación de hoy, desde los cuadros, miembros del Partido, funcionarios y empleados públicos, hasta los obreros, campesinos, intelectuales, empresarios, estudiantes y todos los sectores del pueblo, somos hijos del Dragón y Hada, y debemos ser plenamente conscientes de que estamos heredando los grandes valores del legado de nuestros antepasados y tenemos la responsabilidad de hacer brillar a nuestra nación en la nueva era. Cada acción hoy debe estar a la altura de la sangre y el sacrificio que nuestros antepasados derramaron, de las pérdidas y sacrificios que toda la nación sufrió.
No podemos permitir que el país se quede atrás. No podemos permitir que la nación pierda oportunidades. No podemos permitir que se repitan los ciclos de la historia. Por lo tanto, debemos poner los intereses de la nación y del pueblo por encima de todo. Debemos actuar por un futuro a largo plazo, no por logros a corto plazo. Debemos mantener firme la defensa de la independencia, la soberanía, la integridad territorial, así como preservar un ambiente de paz y estabilidad. Al mismo tiempo, debemos renovarnos fuertemente en el pensamiento de desarrollo, en la reforma administrativa, en la construcción de un Estado de derecho socialista, en una economía de mercado con orientación socialista, con la gestión del Estado, bajo la dirección del Partido, y en la construcción de una sociedad socialista moderna.
Mirando hacia el futuro, tenemos todo el derecho a sentirnos orgullosos y confiar en la fuerza interna del pueblo vietnamita, un pueblo que ha derrotado en múltiples ocasiones a invasores extranjeros y se ha levantado de las cenizas de la guerra, afirmándose ante la historia y ante el mundo. Con una tradición de mil años de construcción y defensa de la Patria, con un deseo insaciable de avanzar, con una generación joven talentosa, llena de aspiraciones, patriótica, creativa y valentía, Vietnam sin duda alcanzará el éxito.
El siglo XXI es el siglo de los pueblos que saben dominar su propio destino. Y el pueblo vietnamita, con todas las lecciones del pasado y con toda la unidad de hoy, sin duda continuará escribiendo nuevos y brillantes capítulos en su camino de desarrollo. Por un Vietnam independiente, libre, feliz, próspero, civilizado, fuerte, con una posición y voz importantes en la comunidad internacional.