Discurso del presidente irlandés en la cena de Estado en honor al máximo líder vietnamita

El presidente irlandés, Michael D. Higgins, pronunció un discurso en una cena de Estado en Dublín el 2 de octubre en honor al secretario general del Comité Central del Partido Comunista y presidente de Vietnam, To Lam, quien se encuentra de visita estatal en el país europeo.
El presidente irlandés Michael D. Higgins y su esposa presiden una ceremonia oficial de bienvenida para el secretario general del Partido Comunista de Vietnam y presidente estatal To Lam. (Foto: VNA)
El presidente irlandés Michael D. Higgins y su esposa presiden una ceremonia oficial de bienvenida para el secretario general del Partido Comunista de Vietnam y presidente estatal To Lam. (Foto: VNA)

El siguiente es el texto completo del discurso:

Su Excelencia Presidente To Lam, Tánaiste, Ministros, Embajadores, Distinguidos invitados, A cháirde, Fíor-chaoin fáilte romhaibh uilig agus go speisialta roimh Uachtarán Vítneam agus iad ag taistil leis (Una especial bienvenida a todos ustedes y especialmente al Presidente de Vietnam y la delegación que viaja con él.).

Es un gran placer para mí darles la bienvenida esta tarde a Áras an Uachtaráin, hogar de todos los presidentes irlandeses desde 1938, y tener la oportunidad de retribuir la amable hospitalidad que nos brindaron a Sabina [esposa] y a mí en 2016 cuando viajamos a su gran y muy hermoso país, la República Socialista de Vietnam.

Fue un gran honor ser el primer presidente irlandés en hacer una visita de Estado a Vietnam. Tenía la esperanza de que mi visita contribuiría a sostener y profundizar la verdadera y creciente amistad que une a los pueblos de Irlanda y Vietnam.

Estoy seguro de que esta visita que usted hace ahora a Irlanda desarrollará y ampliará aún más esta relación.

Recuerdo nuestra visita a sus comunidades étnicas donde trabajan algunas de las Agencias Irlandesas.

Esta primera visita de Estado de Vietnam a Irlanda constituye una ocasión y una oportunidad aún mayores para reflexionar y renovar los lazos de amistad entre nuestros dos países. Me entristeció recibir la noticia de que su esposa, la señora Ngo Phuong Ly de que no viajaría con usted debido a una enfermedad. Le deseo a la señora Ngo Phuong Ly una pronta recuperación y una salud completa.

Aprovecho esta ocasión para expresar mi solidaridad con usted, señor Presidente, y a través de usted, con el pueblo de Vietnam por la trágica pérdida de vidas y los efectos devastadores del tifón Yagi. En nombre del pueblo de Irlanda, hago llegar mi más sentido pésame a las familias y comunidades afectadas por la destrucción del tifón. Como socio de desarrollo de Vietnam desde hace mucho tiempo, Irlanda se compromete a apoyar el esfuerzo de recuperación humanitaria.

Extiendo además mis sinceras condolencias por el fallecimiento aún reciente del secretario general del Partido Cuminista de Vietnam, Nguyen Phu Trong. Durante mi visita en 2016, cuando viajé a Vietnam, me reuní con el secretario general Trong, una figura de importancia internacional que hizo una enorme contribución a Vietnam.

Permítame sugerir que nuestras dos naciones, Vietnam e Irlanda, comparten mucha experiencia en nuestras respectivas historias. Hay muchas maneras en las que los irlandeses podemos identificarnos, con simpatía e imaginación, con las aspiraciones del pueblo vietnamita a la independencia y el derecho a lograrlo. La realización personal con respeto a la propia cultura.

La historia de Irlanda y la de Vietnam tocan una fibra sensible. El suyo es un historial de mucho sufrimiento infligido por potencias externas. Si bien esa historia no debe inhabilitar su presente ni privarlo de un futuro, sería muy importante no asumir una falsa amnesia con respecto a sus consecuencias. Su historia en su totalidad les pertenece a ustedes, y el mundo debe aprender de sus tragedias impuestas.

De hecho, las imágenes de la brutalidad de la guerra de Vietnam - Pienso en los carteles de la guerra de Vietnam - tuvieron un enorme efecto en las luchas por los derechos civiles en todo el mundo.

Nuestras dos culturas tienen sus raíces en civilizaciones antiguas famosas por el valor que concedían a la erudición, el cultivo espiritual y las artes. Nuestros dos pueblos han padecido la nefasta experiencia de la imposición de una supuesta superioridad de una cultura hegemónica, de un imperio, y, en su caso, de las ambiciones de cuatro imperialismos. Ambos han padecido el flagelo del hambre y sus profundas y múltiples consecuencias. Ambas naciones han sufrido, en términos culturales, las teorías imperialistas de la cultura que buscaban justificar la superioridad racial del colonizador sobre el colonizado y racionalizar el gobierno del mundo, no por los muchos en su diversidad, sino por un puñado de potencias imperialistas.

Nuestros dos pueblos han librado una lucha inquebrantable e irreprimible por la independencia que ha implicado encuentros en París. Recordamos la Conferencia de Paz de París de 1919, después de ese choque de imperios que constituye la Primera Guerra Mundial; una conferencia a la que el joven Ho Chi Minh envió una petición pidiendo la concesión de la independencia prometida por Francia. Muchos de nuestros conflictos contemporáneos son fruto de un fin inacabado de tales imperios. Ho Chi Minh no fue el único que no recibió respuesta de las potencias mundiales en el poder.

De manera similar, las puertas de París permanecieron cerradas para los republicanos irlandeses que viajaron allí en un intento de conseguir apoyo para la causa de la independencia del Imperio británico. Ambos rechazos fueron percibidos por los líderes irlandeses y vietnamitas de la época como una prueba de los riesgos de depositar una confianza excesiva en las concesiones de una potencia imperial.

Vietnam e Irlanda entienden muy bien lo difícil que puede ser asegurar, reivindicar y cumplir las promesas de libertad, justicia e igualdad que motivaron y se invocaron para la lucha por la independencia. Las décadas posteriores a la atmósfera embriagadora de los días de la independencia declarada son las más difíciles.

Esta afinidad histórica que compartimos nos da no sólo una comprensión común de los impactos del colonialismo y el conflicto, sino también de las tareas de construcción del Estado y la satisfacción de las demandas de los ciudadanos, y sigue resonando en nuestra relación a todos los niveles. En las últimas décadas, nuestros dos países han recorrido un camino desafiante, pero gratificante, desde el conflicto hasta unas relaciones fructíferas y armoniosas con los sucesores de nuestros opresores del pasado. Ambos países aprecian el valor de la paz y la estabilidad en un mundo turbulento.

En materia económica, tanto Irlanda como Vietnam han pasado rápidamente de depender de economías agrarias relativamente pobres a formas más diversificadas de producción económica y han logrado avances sociales y económicos significativos en un mundo complejo y globalizado, cada vez más interdependiente, y no sólo en materia comercial, sino que ha creado problemas globales relacionados, por ejemplo, con el impacto del cambio climático.

Es un mundo que ahora requiere una nueva e imaginativa arquitectura multilateral global si se quiere lograr un futuro democrático diversificado, que pueda generar una nueva conexión entre los derechos sociales, la economía y la ecología.

Hay que elogiar a Vietnam por sus logros en la reducción de la pobreza, la mejora del acceso a la educación y la mejora de la infraestructura. Hace treinta años, hasta el 60 por ciento de la población vietnamita vivía en la pobreza, pero la tasa de pobreza multidimensional es ahora inferior al 4 por ciento.

Este notable logro, guiado por un compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, ha transformado las vidas y las perspectivas de decenas de millones de personas. Durante mi visita, vi de primera mano cómo la energía y el dinamismo de su pueblo han hecho posible este progreso. Estos logros constituyen una riqueza social compartida.

El enfoque de Irlanda en materia de asistencia oficial para el desarrollo a lo largo de las décadas se ha basado en la propia experiencia irlandesa de hambruna y subdesarrollo. Por ello, hemos priorizado el apoyo a la seguridad alimentaria como parte de nuestro programa de asistencia para el desarrollo. En Vietnam, esto se refleja en la Asociación Agroalimentaria Irlanda-Vietnam, que apoya la producción primaria resiliente al clima, la transformación de los sistemas alimentarios y el desarrollo cooperativo. Sé que Vietnam está particularmente interesado en el movimiento cooperativo de Irlanda, un movimiento que promovió la democracia económica en el contexto de un cambio político radical que condujo a la independencia hace más de un siglo. Los nuevos desafíos globales nos han recordado que tal vez valga la pena explorar una vez más cómo podemos construir una economía más cooperativa para una existencia juntos floreciente, inclusiva y sostenible.

En las últimas décadas, Vietnam e Irlanda han experimentado una relación comercial y de inversión mutuamente beneficiosa. Con los rápidos cambios y las nuevas oportunidades también han surgido enormes desafíos nuevos, en particular con respecto a las estructuras económicas y comerciales globalizadas a las que Vietnam e Irlanda se han abierto.

Esas estructuras implican un riesgo que enfatiza la importancia de la transparencia y la rendición de cuentas y plantean serias preguntas, en particular con el surgimiento de tantos modelos de desarrollo inapropiados e irresponsables y un déficit democrático que, en conjunto, está dando como resultado una crisis de legitimación sobre la que el filósofo alemán Jürgen Habermas escribió por primera vez hace unos 50 años.

En todas partes podemos ver cómo la creciente desigualdad y pobreza amenazan la cohesión social, cómo el cambio climático, la seguridad alimentaria, la pobreza mundial y la migración están inextricablemente vinculados, alimentando el desplazamiento y el conflicto, y cómo la justicia intergeneracional se ve amenazada mientras presenciamos cómo nuestro entorno natural se degrada a un ritmo alarmante, lo que se podría llamar un fracaso de la especie.

El papel de Vietnam como uno de los cuatro únicos países del mundo que han entrado en la Asociación para una Transición Energética Justa apoyada por la Unión Europea (UE) muestra una determinación de enfrentar y liderar la respuesta global al cambio climático, con el objetivo de transformar la capacidad de energía renovable de Vietnam. Al responder y adoptar iniciativas internacionales como esta, confío en que, como comunidad global, podamos sortear los desafíos que enfrentamos.

Aquellos que hablan en nombre de los Estados ahora también deben hablar de lo que son problemas globales. Estamos viviendo un período en el que el militarismo ha reemplazado a la diplomacia. Se nos ha dicho que podemos estar al comienzo de una nueva carrera de armamentos nucleares. Ciertamente, las estadísticas lo corroboran: el año pasado, el gasto militar global aumentó un 6,8 por ciento a 2,44 mil millones de dólares, el más alto jamás registrado.

Debemos enfrentarnos tanto a la superficialidad como a la falsa inevitabilidad de ese discurso militarista. Sugiero que nunca debemos perder de vista las posibilidades que nos quedan en la búsqueda de condiciones para una paz compartida; cómo podemos liberar nuestras vidas sin guerra, hambruna, y codicia en un mundo justo que rechace los ideales venenosos del imperialismo, el racismo y la "otredad" y abrazar los instintos decentes de la humanidad; cómo podemos construir una sociedad de inclusión en casa, mientras trabajamos junto con otras naciones para construir un mundo pacífico, sostenible y esperanzador.

Aprovecho esta oportunidad para elogiar el papel significativo y positivo desempeñado por Vietnam en la seguridad regional, incluyendo su enfoque diplomático no alineado y su política de los "cuatro no": no alianzas militares, no se alinea con un país para actuar contra otro, no permite bases militares extranjeras ni que se use a Vietnam como palanca para contrarrestar a otros países, y no amenaza o usa la fuerza. Esta estrategia de no alineamiento y las relaciones sanas y equilibradas con las principales potencias han sido muy útiles para Vietnam.

La evolución acrítica de las formas económicas y sociales de los poderosos siempre se ha presentado como una "modernidad" sumamente deseable. Deberíamos reflexionar profundamente sobre las oportunidades y los riesgos que tenemos ante nosotros, riesgos que compartimos. Ninguna nación debería verse obligada a precipitarse irreflexivamente hacia un modelo de desarrollo presentado bajo la apariencia ilusoria de una "modernidad" mal definida, que simplemente da crédito a lo que es un paradigma fallido y pernicioso.

¿Son los modelos actuales de comercio y finanzas globales, producción y extracción de recursos modelos que verdaderamente promueven el objetivo fundamental del desarrollo humano?. ¿Protegen esos modelos la jerarquía de propósitos que debería existir -y que debe ser restaurada- entre los resultados económicos y sociales moralmente significativos?. En cuanto a cuantificar nuestros logros o fracasos, ¿en qué medida las tasas de crecimiento económico, tal como se definen y miden actualmente de manera estricta, reflejan la capacidad de nuestras economías para responder a las necesidades básicas de nuestros ciudadanos más vulnerables y proporcionar servicios básicos universales?.

Son preguntas que debemos responder desde el prisma de nuestras circunstancias actuales, pero ahora también dentro de los nuevos parámetros de los acuerdos globales alcanzados en 2015 en relación con el desarrollo sostenible y el cambio climático, la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, en la que, lamentablemente, estamos muy desviados; de hecho, en algunas áreas incluso estamos retrocediendo.

Tenemos una oportunidad histórica, y de hecho un deber, de sentar las bases de un nuevo modelo para el florecimiento humano y la armonía social. Debemos enfrentar la retórica militarista que ahora es tan omnipresente e incluso hegemónica.

La magnitud de los desafíos globales que enfrentamos juntos requiere no sólo una recuperación de los impulsos verdaderamente idealistas que impulsaron a nuestros antepasados en sus mejores y desinteresados momentos hacia un nuevo mundo de independencia. También requiere nuevos paradigmas de cooperación a nivel nacional e internacional, y también nuevos conocimientos académicos que puedan generar relaciones equilibradas y respetuosas entre los pueblos del mundo, los humanos y las diversas formas de vida en nuestro planeta compartido.

Hoy, Irlanda y Vietnam se han convertido en países en el camino hacia un mayor florecimiento, con innumerables oportunidades a la vista para nuevas asociaciones internacionales.

Mi esperanza para una relación cada vez más profunda, y creo que también es su esperanza, Presidente, es que logremos, juntos, construir una civilización cooperativa, solidaria y no explotadora, basada en lo mejor de las tradiciones e instituciones de las naciones del mundo y en la diversidad de nuestras experiencias y recuerdos colectivos, incluidos aquellos que inevitablemente recordarán viejas heridas, fracasos y oportunidades perdidas, pero también visiones vigorizadas y futuros imaginados y hechos realidad, tal vez incluso basándose en ideales utópicos.

Actualmente hay una creciente población joven irlandesa que vive en Vietnam, muchos de los cuales trabajan en el sector educativo, adquiriendo y compartiendo valiosas experiencias. Les agradezco la cálida bienvenida que han recibido. Sé que esa cálida bienvenida se extiende a los muchos irlandeses que visitan Vietnam cada año para experimentar sus incomparables paisajes y su rico patrimonio cultural.

Aquí en Irlanda, la comunidad vietnamita se estima en aproximadamente cuatro mil personas. Es una comunidad próspera que hace una contribución importante y valiosa en muchas áreas de la vida nacional: social, económica y cultural.

Nuestros dos países comparten el aprecio y el apego a la cultura, tanto tradicional como contemporánea. Nuestros pueblos otorgan un alto valor a la literatura, la poesía, la música y el canto. Me gustaría agradecer calurosamente a los músicos que actuaron para nosotros esta noche.

Queridos invitados, celebrando todo lo que hemos estado compartiendo y compartiremos en amistad y relaciones cada vez más estrechas gracias a esta visita, ahora puedo invitarlos a todos, distinguidos invitados, a ponerse de pie y unirse a mí en un brindis: Deseando al presidente To Lam buena salud y una amistad duradera entre los pueblos de Irlanda y Vietnam.

Beir beannacht do a Shoilse Uachtaran Vitneam agus muintir (Bendice a Su Excelencia el Presidente de Vietnam y su pueblo). Sé que Vietnam está particularmente interesado en el movimiento cooperativo de Irlanda, un movimiento que promovió la democracia económica en el contexto de un cambio político radical que condujo a la independencia hace más de un siglo. Los nuevos desafíos globales nos han recordado que tal vez valga la pena explorar una vez más cómo podemos construir una economía más cooperativa para una existencia juntos floreciente, inclusiva y sostenible.

En las últimas décadas, Vietnam e Irlanda han experimentado una relación comercial y de inversión mutuamente beneficiosa. Con los rápidos cambios y las nuevas oportunidades también han surgido enormes desafíos nuevos, en particular con respecto a las estructuras económicas y comerciales globalizadas a las que Vietnam e Irlanda se han abierto.

Esas estructuras implican un riesgo que enfatiza la importancia de la transparencia y la rendición de cuentas y plantean serias preguntas, en particular con el surgimiento de tantos modelos de desarrollo inapropiados e irresponsables y un déficit democrático que, en conjunto, está dando como resultado una crisis de legitimación sobre la que el filósofo alemán Jürgen Habermas escribió por primera vez hace unos 50 años.

En todas partes podemos ver cómo la creciente desigualdad y pobreza amenazan la cohesión social, cómo el cambio climático, la seguridad alimentaria, la pobreza mundial y la migración están inextricablemente vinculados, alimentando el desplazamiento y el conflicto, y cómo la justicia intergeneracional se ve amenazada mientras presenciamos cómo nuestro entorno natural se degrada a un ritmo alarmante, lo que se podría llamar un fracaso de la especie.

El papel de Vietnam como uno de los cuatro únicos países del mundo que han entrado en la Asociación para una Transición Energética Justa apoyada por la Unión Europea (UE) muestra una determinación de enfrentar y liderar la respuesta global al cambio climático, con el objetivo de transformar la capacidad de energía renovable de Vietnam. Al responder y adoptar iniciativas internacionales como esta, confío en que, como comunidad global, podamos sortear los desafíos que enfrentamos.

Aquellos que hablan en nombre de los Estados ahora también deben hablar de lo que son problemas globales. Estamos viviendo un período en el que el militarismo ha reemplazado a la diplomacia. Se nos ha dicho que podemos estar al comienzo de una nueva carrera de armamentos nucleares. Ciertamente, las estadísticas lo corroboran: el año pasado, el gasto militar global aumentó un 6,8 por ciento a 2,44 mil millones de dólares, el más alto jamás registrado.

Debemos enfrentarnos tanto a la superficialidad como a la falsa inevitabilidad de ese discurso militarista. Sugiero que nunca debemos perder de vista las posibilidades que nos quedan en la búsqueda de condiciones para una paz compartida; cómo podemos liberar nuestras vidas sin guerra, hambruna, y codicia en un mundo justo que rechace los ideales venenosos del imperialismo, el racismo y la "otredad" y abrazar los instintos decentes de la humanidad; cómo podemos construir una sociedad de inclusión en casa, mientras trabajamos junto con otras naciones para construir un mundo pacífico, sostenible y esperanzador.

Aprovecho esta oportunidad para elogiar el papel significativo y positivo desempeñado por Vietnam en la seguridad regional, incluyendo su enfoque diplomático no alineado y su política de los "cuatro no": no alianzas militares, no se alinea con un país para actuar contra otro, no permite bases militares extranjeras ni que se use a Vietnam como palanca para contrarrestar a otros países, y no amenaza o usa la fuerza. Esta estrategia de no alineamiento y las relaciones sanas y equilibradas con las principales potencias han sido muy útiles para Vietnam.

La evolución acrítica de las formas económicas y sociales de los poderosos siempre se ha presentado como una "modernidad" sumamente deseable. Deberíamos reflexionar profundamente sobre las oportunidades y los riesgos que tenemos ante nosotros, riesgos que compartimos. Ninguna nación debería verse obligada a precipitarse irreflexivamente hacia un modelo de desarrollo presentado bajo la apariencia ilusoria de una "modernidad" mal definida, que simplemente da crédito a lo que es un paradigma fallido y pernicioso.

¿Son los modelos actuales de comercio y finanzas globales, producción y extracción de recursos modelos que verdaderamente promueven el objetivo fundamental del desarrollo humano?. ¿Protegen esos modelos la jerarquía de propósitos que debería existir -y que debe ser restaurada- entre los resultados económicos y sociales moralmente significativos?. En cuanto a cuantificar nuestros logros o fracasos, ¿en qué medida las tasas de crecimiento económico, tal como se definen y miden actualmente de manera estricta, reflejan la capacidad de nuestras economías para responder a las necesidades básicas de nuestros ciudadanos más vulnerables y proporcionar servicios básicos universales?.

Son preguntas que debemos responder desde el prisma de nuestras circunstancias actuales, pero ahora también dentro de los nuevos parámetros de los acuerdos globales alcanzados en 2015 en relación con el desarrollo sostenible y el cambio climático, la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, en la que, lamentablemente, estamos muy desviados; de hecho, en algunas áreas incluso estamos retrocediendo.

Tenemos una oportunidad histórica, y de hecho un deber, de sentar las bases de un nuevo modelo para el florecimiento humano y la armonía social. Debemos enfrentar la retórica militarista que ahora es tan omnipresente e incluso hegemónica.

La magnitud de los desafíos globales que enfrentamos juntos requiere no sólo una recuperación de los impulsos verdaderamente idealistas que impulsaron a nuestros antepasados en sus mejores y desinteresados momentos hacia un nuevo mundo de independencia. También requiere nuevos paradigmas de cooperación a nivel nacional e internacional, y también nuevos conocimientos académicos que puedan generar relaciones equilibradas y respetuosas entre los pueblos del mundo, los humanos y las diversas formas de vida en nuestro planeta compartido.

Hoy, Irlanda y Vietnam se han convertido en países en el camino hacia un mayor florecimiento, con innumerables oportunidades a la vista para nuevas asociaciones internacionales.

Mi esperanza para una relación cada vez más profunda, y creo que también es su esperanza, Presidente, es que logremos, juntos, construir una civilización cooperativa, solidaria y no explotadora, basada en lo mejor de las tradiciones e instituciones de las naciones del mundo y en la diversidad de nuestras experiencias y recuerdos colectivos, incluidos aquellos que inevitablemente recordarán viejas heridas, fracasos y oportunidades perdidas, pero también visiones vigorizadas y futuros imaginados y hechos realidad, tal vez incluso basándose en ideales utópicos.

Actualmente hay una creciente población joven irlandesa que vive en Vietnam, muchos de los cuales trabajan en el sector educativo, adquiriendo y compartiendo valiosas experiencias. Les agradezco la cálida bienvenida que han recibido. Sé que esa cálida bienvenida se extiende a los muchos irlandeses que visitan Vietnam cada año para experimentar sus incomparables paisajes y su rico patrimonio cultural.

Aquí en Irlanda, la comunidad vietnamita se estima en aproximadamente cuatro mil personas. Es una comunidad próspera que hace una contribución importante y valiosa en muchas áreas de la vida nacional: social, económica y cultural.

Nuestros dos países comparten el aprecio y el apego a la cultura, tanto tradicional como contemporánea. Nuestros pueblos otorgan un alto valor a la literatura, la poesía, la música y el canto. Me gustaría agradecer calurosamente a los músicos que actuaron para nosotros esta noche.

Queridos invitados, celebrando todo lo que hemos estado compartiendo y compartiremos en amistad y relaciones cada vez más estrechas gracias a esta visita, ahora puedo invitarlos a todos, distinguidos invitados, a ponerse de pie y unirse a mí en un brindis: Deseando al presidente To Lam buena salud y una amistad duradera entre los pueblos de Irlanda y Vietnam.

Beir beannacht do a Shoilse Uachtaran Vitneam agus muintir.

VNA