El encuentro era considerado una verdadera prueba para el equipo dirigido por el entrenador surcoreano Kim Sang Sik, ya que ambos conjuntos habían ganado todos sus partidos de la fase de grupos y llegaron a las semifinales como líderes de sus respectivos grupos.
Cabe destacar que la sub-22 de Filipinas fue el único equipo que aún no había encajado goles en el torneo, mientras que Vietnam también contó con una defensa sólida, con solo un gol recibido.
Desde el pitazo inicial, los filipinos sorprendieron al adelantar sus líneas, controlar el mediocampo y recurrir constantemente al juego aéreo para ejercer presión. Sin embargo, la defensa vietnamita se mantuvo firme: el guardameta Trung Kien mostró gran concentración y neutralizó oportunamente las acciones peligrosas.
A partir de la mitad de la primera parte, los vietnamitas recuperaron el control del juego gracias a su velocidad y movilidad. También probaron suerte con disparos lejanos.
En la segunda mitad, la sub-22 de Vietnam adelantó sus líneas e incrementó la presión. El entrenador Kim Sang Sik dio entrada a varios atacantes con el objetivo de refrescar el ataque. Por su parte, Filipinas siguió siendo peligrosa en los contraataques y en las jugadas aéreas.
Cuando el partido parecía encaminarse a un empate sin goles, la experiencia y el carácter del equipo vietnamita marcaron la diferencia en el momento decisivo.
En el minuto 88, tras una jugada elaborada por la banda, Van Thuan se elevó para conectar un potente cabezazo que rompió el empate. Ya en el tiempo añadido, al minuto 90+2, Thanh Nhan ejecutó un tiro libre desde un ángulo cerrado por la banda izquierda, enviando el balón directamente a la red y sellando la victoria por 2-0.
Con este triunfo convincente ante un rival que aún no había concedido goles, la selección vietnamita avanzó con autoridad a la final del torneo de fútbol masculino de los SEA Games 33, manteniendo viva su aspiración de conquistar la medalla de oro.
