¿Qué puede aprender el Reino Unido de Vietnam en la lucha contra el coronavirus?

Se trata de una historia con dos respuestas totalmente diferentes a una pandemia. Como extranjero que reside en Vietnam durante la crisis del Covid-19, me siento muy agradecido y seguro de estar aquí en lugar de estar en Europa.

Las calles de Hanói se vuelven tranquilas durante los días de la epidemia. (Fotografía: Nhan Dan)
Las calles de Hanói se vuelven tranquilas durante los días de la epidemia. (Fotografía: Nhan Dan)

Trato de mostrar mi gratitud mediante una actitud seria para que los amigos vietnamitas entiendan que no soy un “transmisor” irresponsable y reconozco el peligro del coronavirus. Suspendí todas las actividades sociales, siempre llevo mascarilla cuando salgo de casa y mantengo una distancia mínima de dos metros de los demás.

Por la mañana, en mi departamento en Hanói, sigo las noticias del Reino Unido para comprender los daños causados por el brote en mi tierra natal. Me siento triste, preocupado por mi familia y enojado por la propagación incontrolada del virus en mi nación. El Gobierno británico permitió que la enfermedad se extendiera a pesar de haber presenciado las trágicas situaciones en China e Italia y de las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La gente de todo el mundo se sorprendió cuando se enteró de la estrategia de inmunización colectiva del país europeo y vio como eventos públicos, bares y clubes estaban llenos de personas que consumían bebidas alcohólicas de forma indiscriminada y excesiva. Esto sucedía cuando médicos italianos desesperados estaban llorando la muerte de sus colegas y rogando al pueblo británico que se quedara en casa.

Mientras observaba los debates y las críticas, vi que se señalan a algunos países y territorios como ejemplos de enfrentamiento al Covid-19, de los cuales el Reino Unido puede aprender, incluidos Corea del Sur, Singapur, Vietnam, Taiwán (China) y Hong Kong (China).

Estos países y territorios aprendieron las lecciones de los brotes epidémicos previos SARS y MERS. Inmediatamente reconocieron la amenaza potencial del contagio y comenzaron a prepararse tan pronto como estalló la noticia de la enfermedad. La epidemia aún no ha terminado en estos lugares, pero han evitado muchas pérdidas probables a través de la aplicación de medidas drásticas como el monitoreo de la salud pública, el seguimiento de casos sospechosos y aquellos en contacto con pacientes, el distanciamiento social temprano, el control de la temperatura corporal y el uso de mascarillas.

A pesar de compartir frontera con China y albergar una población de 95 millones de habitantes, Vietnam se ha esforzado por limitar la cifra de infectados a 251 (hasta la mañana del 8 de abril), sin ningún caso fatal. Es impresionante este número, tanto que nadie puede creerme cuando se lo digo. Cada vez que escucho las justificaciones por la lenta reacción del Gobierno británico y el argumento de “nadie sería capaz de hacerlo mejor”, siento la necesidad de contarles cuán increíblemente Vietnam se ha enfrentado a la epidemia en comparación con mi nación.

Después de pasar unas vacaciones en Da Nang a finales de enero pasado, recibí un mensaje de mi jefe diciendo que las clases de inglés a mi cargo serían canceladas a causa del brote del Covid-19 en China. En ese momento me parecía difícil de creer e incluso exagerada la reacción. Estaba frustrado porque perdería mi fuente de ingresos. Ahora, tras dos meses, al ver colapsados la economía mundial y el sistema médico, admito que estuve equivocado. Siento temblor en el cuerpo al pensar en el mensaje de texto que envié entonces al jefe persuadiéndole a reabrir las clases.

Ahora, tengo claro que el Gobierno de Vietnam ha actuado de manera pertinente. Mediante las acciones tempranas, incluidos el cierre de escuelas, la restricción de vuelos aéreos y la última suspensión de todas las entradas en el país, así como gracias a la capacidad de prever el desarrollo de la situación epidémica, el liderazgo sabio de las autoridades y el cumplimiento estricto de las instrucciones por parte de la ciudadanía, evitamos la tragedia que actualmente azota a otros sitios. Dando prioridad a su gente, en vez de al crecimiento económico a corto plazo, los dirigentes vietnamitas actuaron a favor de todos nosotros.

La diferencia entre la respuesta de Vietnam y la del Reino Unido es evidente. En Vietnam, cualquier persona deseosa de realizar la prueba de detección de la enfermedad lo consigue, mientras que en el otro país solo los casos graves pueden hacerlo y, además, a la mayoría de personas que tienen síntomas solo se les recomienda quedarse en casa. Numerosos profesionales de la salud en importantes hospitales no tienen ninguna opción más que ponerse en cuarentena en casa, aunque ellos mismos o algún miembro de sus familias muestren señales de infección. Pese a su deseo de volver a trabajar, no se lo permiten por no recibir el examen de detección y no querer poner la salud de sus pacientes en riesgo.

En ningún lugar esa diferencia de enfoque es igual de patente que en los centros de aislamiento establecidos en Vietnam, los cuales albergaron en algún momento más de 50 mil personas. A cualquiera que entre en este territorio se le realiza la prueba de detección del Covid-19 y luego la cuarentena concentrada durante 14 días, sea positivo o no el resultado. Ese logro es casi imposible de imaginar en el Reino Unido. No solo por un asombroso sistema logístico y la determinación política, sino también gracias a la disposición de los vietnamitas de sacrificar su libertad en pro de los intereses comunes de toda la sociedad.

Los resultados positivos obtenidos con el prudente método de Vietnam quedan claros. Tiemblo deduciendo el tremendo número de contagiados que habría si el Gobierno local no hubiera tomado medidas tan drásticas. De corazón, aprecio a los médicos, enfermeros, policías, intérpretes y trabajadores de limpieza, entre otros, que se dedican a sus respectivas tareas, pese a los riesgos, para proteger el país.

En febrero pasado, cuando hablé con mi familia por primera vez sobre la evolución del Covid-19 en Vietnam, se preocupó y me sugirió que regresara a mi país por mi seguridad. Irónicamente, ahora soy yo el que está preocupado por ellos. Vietnam figura actualmente entre las naciones más seguras en el mundo, mientras que el Reino Unido es una de las más afectadas. Soy afortunado por residir en un país considerado un lugar seguro, pero al mismo tiempo me inquieta el hecho de que mis padres están en el Reino Unido y corren el riesgo de infectarse cuando traten de comprar alimentos en un abarrotado supermercado. Traté de convencerles de que lleven mascarillas; para mi desgracia, es algo que aún se considera extraño e innecesario por allí.

El Reino Unido puede aprender mucho de la respuesta de Vietnam ante la situación actual. De su Gobierno: la disposición a prestar atención, la preparación para lo peor y la adoptación pronta y decidida de las soluciones. También le enseña una lección la actitud de la gente vietnamita, quien aceptó cambiar temporalmente su comportamiento. Entiende que aunque es muy difícil e inconveniente dejar por un momento su trabajo, cerrar las escuelas, posponer bodas o limitar la libertad de socialización, estas medidas son necesarias porque tenemos el deber de proteger a nuestros conciudadanos. La mayoría de los vietnamitas parecen aceptar la necesidad de sacrifico personal por el bien de todos. Entretanto, en el Reino Unido, el Gobierno estaba tan preocupado por el hecho de que la gente rechazara hacer estos sacrificios, así como era tan reacio a pertubar los negocios, que dejó para demasiado tarde la tarea de impedir la propagación del virus.

Esta crisis nos enseña que nada es más importante que la vida humana. Debemos recordar que una economía muerta puede ser revivida, pero una persona fallecida, no.